sábado, 7 de noviembre de 2009

Folleto 9

Identidad y autoestima (1ª parte).

¿Qué es la identidad de una persona?

Vamos a responder a esta pregunta profundizando un poco en otra también difícil: ¿Qué es ser?


Volvamos la vista a Grecia y recordemos la definición que daba Aristóteles de ser. Ser es poder, y poder es la capacidad de acción. Las propiedades de un objeto nos indica el ser de ese objeto. Por lo tanto, cada ser se identifica por los poderes, por las características, por las propiedades que posee.

La identidad de un objeto es aquello que lo diferencia de cualquier otro, lo que nos indica qué es ese objeto determinado.

Si recordamos el esquema inicial, un objeto viene determinado, definido por:

Lo que tiene + lo que hace.

Un coche viene definido, nos dice su identidad, su ser, por las características materiales que tiene (tipo de asientos, color, etc.) y por lo que puede hacer (velocidad, consumo, etc.)

Igualmente la identidad de una persona viene determinada por sus poderes, por las características que posee: internas y externas.

Si pedimos el Documento Nacional de Identidad (D.N.I.) a una persona, esta nos enseñará un documento donde nos informa que nació en la fecha tal, que es hijo de tal y cual, que vive en la calle x, y que tiene una profesión determinada.

Por lo tanto, a primera vista, la identidad de una persona viene determinada por los poderes, por las características que posee: por lo que tiene y por lo que hace.

Sin embargo, recordemos el esquema inicial, una persona no es solamente lo que tiene y lo que hace (cómo los objetos), sino que posee otra dimensión esencial: la consciencia o espíritu.

Esta dimensión abre un nuevo campo en la identidad de la persona, porque añade datos y características muy importante sobre lo que tiene y hace.

La consciencia o espíritu, exige que contestemos a tres preguntas básicas

1. ¿De dónde vengo, quién me ha creado, cuál es mi origen? (Causalidad)

2. ¿Cuál es mi misión, mi finalidad en esta vida? ¿Para qué he sido creado? (Finalidad)

3. ¿Qué es tener éxito? ¿Cuál es el criterio que da plenitud a mi causalidad y finalidad? (sentido)

Dependiendo a las respuestas que demos a estas tres preguntas, obtendremos nuestra identidad completa y contestaremos a la pregunta “quienes somos”.

Le voy a narrar un mito.

Durante cientos de años, miles de años, millones de años, miles de millones de años, tú no existías…

De pronto, un día, llegas a la vida, despiertas a la existencia humana, vives un número de años, y otro día morirás.

Para los materialistas, todo ha sido fruto de un azar indeterminado: tu nacimiento, vida y muerte. Has sido “arrojado” a la vida, vivirás unos años y tras la muerte, todo habrá terminado; el universo seguirá existiendo sin ti durante cientos de años, miles de años, millones de años, miles de millones de años.

Afirman los que tienen una visión chata, reduccionista y pobre de la existencia humana, que: “No hay consciencia, espíritu, ni alma, ni mente, ni Dios, lo que hay es un cerebro trabajando. Una vez que este cerebro se para, lo que queda es química. Y esto no es ninguna tragedia si uno se lo toma con realismo y además, concluyen, tienes unos años por delante que vale la pena vivirlos bien vividos”.

Sin embargo, esta teoría no calma mi sed.

La teoría del azar es muy pobre. El azar me parece un cajón de sastre donde se introducen y almacenan objetos que no se sabe muy bien para qué sirven ni como funcionan. Estoy pensando en una palabra, abro un libro y me la encuentro ¿Azar, casualidad? Se me viene a la cabeza la imagen de una persona, doblo una esquina y me la encuentro: ¿Azar, casualidad, o más bien es que estamos en el comienzo de la humanidad y no conocemos todavía sino un poco del funcionamiento de la realidad?

Por el contrario, afirman los creyentes

Durante cientos de años, miles de años, millones de años, miles de millones de años, tú no existías…

De pronto, un día, de una forma que no entendemos muy bien, te han dado la vida. Te han sacado de la nada. Te han ofrecido la preciosa existencia humana. A “eso” que te ha dado la existencia y te ha sacado de la nada, nosotros, extrapolando pobremente, y con las herramientas que tenemos, le ofrecemos analógicamente, la mejor característica que conocemos en la tierra: el cariño del padre por los hijos: A “eso” que me ha dado la vida le llamamos “padre”. Dios. Providencia. Fundamento del ser. Primer motor. Negantropía. Como quieras nombrarlo. Y afirmamos con nuestra limitada inteligencia, que posee las virtudes máximas que conocemos, sintetizadas clásicamente en La Verdad, la Bondad y la Belleza porque al regalarme la existencia me muestra que tiene esas características.

Además, afirmamos, que el dador de nuestra vida, ha puesto esas semillas de su identidad dentro de nuestro corazón. Ha colocado en nuestro corazón las semillas de la Verdad, la Belleza y la Bondad. Ha colocado en cada corazón el hambre de felicidad, porque es la misma hambre que encuentro en los hombres de todas las razas, culturas, épocas: hambre de felicidad.

En ese sentido, somos verdaderos hijos de Dios, imagen de Dios, porque dentro de nuestro corazón tenemos la misma esencia de Dios: la Verdad, la Bondad y la Belleza.

Sin existencia durante millones de años; sacado de la nada por el fundamento del ser, traído a la preciosa existencia humana, toda nuestra existencia no es sino un puro don de su liberalidad. Somos el culmen de la creación. Llamados, elegidos, adoptados por Dios como hijos. Hechos a imagen y semejanza de Dios. Hemos nacidos salvados porque hemos surgidos de la expresión y manifestación del amor de Dios. Un proyecto amoroso preside el comienzo y el final de todo cuanto existe.

Para los creyentes, de alguna forma que no sabemos cómo, cuando se pone el sol y cae el telón, no todo ha acabado, no todo ha terminado. Nos espera Dios.

Y, creemos, que se nos ha encomendado una misión mientras vivamos: desarrollar en nosotros y a nuestro alrededor las semillas de la Verdad, la Bondad y la Belleza.

Nos ha dado la misión de posibilitar el despliegue del propósito divino en el universo, el despliegue de la Verdad, la Bondad y la Belleza. ¡Soy su embajador! ¡Soy su Hijo enviado en su nombre! ¡Soy el Heraldo del Rey del Universo! (Francisco de Asís), ¡Así soy de importante!

Por lo tanto, el hombre es un héroe de la gesta de liberación del género humano del que Dios es el supremo héroe protagonista.

Y el criterio de éxito de mi vida no puede ser otro sino el grado de desarrollo en mí y alrededor mía, en la manera que pueda, del mensaje de la Verdad, la Bondad y la Belleza. Desarrollar la Consciencia y el Espíritu; míticamente: preparar el Reino de Dios.

No somos fugitivos, no somos hojas arrastradas por el viento, somos peregrinos, ciudadanos de un Reino hacia el cual marchamos.

Y esto calma mi sed. Aunque los materialistas me tachen de poseer una visión infantil, incapaz de afrontar la realidad, de usar muletas. No les niego que tengan algo de razón; seguramente estoy contaminado de todas esas limitaciones, pero afirmo que no todo lo que sostienen es cierto. Les agradezco sus observaciones críticas porque me ayudan a depurar las mías, pero sigo afirmando que las consecuencias de una y otra cosmovisión son muy diferentes. Algo debe tener la visión sobre la supremacía de la consciencia porque sus frutos dan paz, claridad y gozo y cuando me engaño, los frutos no son paz, claridad y gozo sino desazón, desánimo y tristeza. ¿Utilitarista? Creo que no, que es algo más profundo que la psicología irá desvelando poco a poco.

Mi identidad verdadera, mi magna identidad, está definida por el mundo de la consciencia, del espíritu. Todo el tener; todo el hacer, todo lo relativo a mi cuerpo, deben integrarse y subordinarse al mundo de la consciencia, del espíritu: la fuente de mi verdadera identidad. Si de algo estoy seguro es que la realidad tiene muchas interpretaciones, y se puede elegir entre la vida y la muerte.


Cuento

En aquel tiempo, un grupo de fariseos se confabularon para tenderle una trampa a Jesús y dejarle en ridículo delante de todo el pueblo. Uno de ellos se presentó ante él cuando enseñaba y poniéndose en su camino con las manos en la espalda le preguntó suavemente.
“Maestro, dicen que eres sabio, dime: El pájaro que tengo en mis manos en la espalda ¿está vivo o muerto?”
Si Jesús contestaba que estaba vivo, lo mataría al instante, y si por el contrario afirmaba que estaba muerto lo echaría a volar delante de todos dejándole en evidencia de su equivocación y mostrando al pueblo que era un charlatán y estafador... Un gran silencio se extendió por toda la plaza mientras el pueblo esperaba ansioso la respuesta del Maestro.
Jesús le miró a los ojos y con gran calma respondió lentamente:
“En tus manos está. Si tú quieres el pájaro estará vivo. Si tú quieres el pájaro estará muerto. En tus manos está”.
Y dejándolo siguió su camino rodeado por todo el pueblo que le aclamaba”.


CONSECUENCIAS

La vida nos ha sido regalada, es algo que no merecemos en absoluto, no es mérito nuestro el haberla conseguido; esto nos obliga a una gran responsabilidad, darle sentido y aprovechar el tiempo que tengamos para llegar a la consciencia, a Dios.

La identidad de una persona no está definida solamente por lo que tiene, lo que hace o todo lo relativo a su cuerpo. Esto es una identidad superficial parecida a la de los objetos. Mi identidad se completa con la consciencia o espíritu, que integra en un conjunto armonioso lo que tengo, lo que hago, mi cuerpo, corazón y mente; todo bajo la dirección de mi consciencia o espíritu. Esta es mi verdadera identidad.

Asi pues, mi IDENTIDAD está formada por:

LO QUE TENGO + LO QUE HAGO + MI PERSONA INTEGRADA EN LA CONSCIENCIA O ESPÍRITU

Siendo la consciencia la parte más importante de toda mi identidad, donde vive y se desarrolla la Verdad, Belleza y Bondad, hacia ella debe estar dirigida todo mi ser, ella me ofrece la impronta de mi identidad.

Oración:
El amor de Dios que está grabado y resplandece en nuestros corazones sea la influencia predominante que guíe nuestros pensamientos, sentimientos y actos.

Continuemos profundizando sobre este tema en el siguiente folleto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario