martes, 16 de julio de 2019

Folleto 177

Desencadenantes emocionales y el investigador curioso



El conocernos lo mejor posible, una asignatura indispensable para nuestro bienestar, pasa por interrogarnos sobre qué circunstancias consiguen alterarnos, sacarnos de nuestras casillas, ponernos de mal humor. Qué compañías, lugares, momentos nos estropean el día. Para algunas personas puede ser darse un golpe contra la esquina de una mesa, para otro el sentirse insultado por alguien cercano, quizás no poder comprarse un objeto cualquiera por no tener dinero... Es importante que conozcamos cuales son los motivos más frecuentes que disparan nuestras emociones desagradables, de enfado, mal humor, amargamiento y otras parecidas. Nuestro objetivo es controlar nuestras respuestas, controlar nuestras actitudes, para lo cual es muy importante estar preparado ante las posibles trampas que nos acechen.

Una vez que conozca los probables escenarios que me descolocan, me enfurecen, estoy un poco más preparado para hacerles frente. Veamos una técnica que a muchas personas les puede ayudar una vez conocidos nuestros puntos débiles.

La psicología positiva hace mucho hincapié es que no son los acontecimientos los que provocan nuestros sentimientos, sino nuestra evaluación, nuestra actitud ante tales acontecimientos la que realmente tiene importancia. No estoy totalmente de acuerdo. Ciertamente nuestra evaluación de lo que me pasa tiene mucho valor, pero hay situaciones ante las que  reaccionamos automáticamente, son reflejos incondicionados programados genéticamente a través de miles de años de evolución.  Ante una serpiente, ante el fuego, automáticamente damos un salto para protegernos. Nuestro cerebro posee la plasticidad de adaptarse a casi cualquier entorno, pero no seamos demasiado exigente con nosotros mismos, existen acontecimientos ante los cuales solamente los atletas se mantienen firme porque nuestras reacciones son casi automáticas lo que no quiere decir que me de el completo permiso de pensar que no puedo hacer nada ante mi afición a fumar, beber o drogarme.

Veamos un caso práctico.

La mayoría de las personas pierden la calma cuando su pareja les hace una observación que ellos consideran desagradable. Se ponen a la defensiva, tratan de demostrar que la otra parte está equivocada o se encierran en sí mismos. Lo que empieza con un simple comentario se convierte en una batalla campal.

Sujeto A: Últimamente pareces muy preocupado.

Sujeto B: Estoy sobrecargado de trabajo

A: ¿Sobrecargado? No tienes ni idea de lo que yo tengo que hacer en casa

B: ¿Qué es lo que haces? ¡Yo soy quien maneja las facturas, preparo las comidas y trabajo además 10 horas diarias!

¿Le suena familiar?

Cuando nos sentimos menospreciados, desvalorados, la respuesta de lucha o huida se enciende automáticamente; es una respuesta muy primitiva pero muy eficaz para evitar daños, y la adrenalina empieza a correr por nuestros circuitos internos colocándonos en situación de boxeadores en el ring; si no aprendemos a controlar estas emociones, entrenados a responder a estos desafíos, siempre estaremos en el disparadero como la marioneta que le tiran de una cuerda.

Vamos a intentar en vez de responder con el programa “Lucha-huida”, poner en marcha una aplicación que llamaremos  “el investigador curioso”. Buscaremos, como si fuéramos un investigado o un detective, la fuente del conflicto y nos preguntaremos algo así:

¿Por qué esta persona ha hecho este comentario?
¿Por qué  me siento de esta forma?
¿Hay algo que pueda aprender de esta situación?

Solo hay que pararse y hacerse esas preguntas (no es fácil, hay que entrenar) rompiendo la dinámica de lucha-huida y permanecer investigando, buscando, el desencadenante profundo del conflicto.

Repasemos la misma conversación expuesta anteriormente:

Sujeto A: Últimamente pareces muy preocupado.

Sujeto B: Me parece que estás sintiendo que algo no va bien: ¿Qué te pasa?

Sujeto A: Estoy notando que nos estamos separando, que no estamos tanto tiempo juntos, pero también es verdad que conozco que estás trabajando duramente.

Sujeto  B: Sí, estoy en unos días muy estresantes pero creo que pasarán pronto y te aseguro que todo volverá a su cauce normal, pero te agradezco que me lo digas y veo que te preocupas por nosotros.

Sujeto A: Sí, a veces me preocupo innecesariamente.

El diálogo puede parecer demasiado utópico, pero realmente funciona. Es pasar del modelo automático y primitivo, la respuesta “lucha-huida”,  a la aplicación “el investigador curioso”. Abre posibilidades para una mayor conexión y evita la trampa de la confrontación. Se puede utilizar en todas aquellas situaciones en que se desencadenan momentos desagradables y falta de encuentro.  Es buscar la raíz del problema y no quedarse en las hojas como afirman los maestros zen.

La transformación de las relaciones puede ser espectacular, empiece a convertirse en “el investigador curioso”; inténtelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario