No se compare con los demás
Cuando veo las películas que me emocionaban hacen treinta años, no puedo por menos de sonrojarme por mis reacciones ante unos espectáculos ingenuos, infantiles y superficiales comparados con los que puedo ver ahora. Los que vivan dentro de 300 años y vean las películas actuales, los trajes actuales, los políticos actuales, nos tendrán por estar viviendo, todavía, en las edades infantiles.
Si contemplamos a los romanos que se divertían observando cómo las fieras devoraban a los cristianos en el circo o ardían convertidos en antorchas humanas, mientras banqueteaban en las fiestas de algunos emperadores, cómo crucificaban a lo largo de la vía Apia a los rebeldes o cómo otros ejércitos empalaban a los prisioneros... nos preguntaremos si esas personas eran seres humanos o qué clase de individuos eran.
Y no hay que irse muy lejos en la historia: hace unos años los campos de exterminios alemanes, los bombardeos incendiarios de los aliados, los genocidios de japoneses, rusos, vietnamitas, yugoeslavos, americanos, africanos, terroristas musulmanes o españoles, etc., etc. ¿Es que estamos locos?
No, simplemente a escala geológica, de cientos o miles de años, comparado con los pocos años que vivimos, el desarrollo de las características que llamamos de humanidad, cooperación, respeto por los demás, es muy lento.
Y cuando hacemos estos juicios y comparaciones, sacamos de contexto las situaciones concretas, con lo cual estoy cayendo en una trampa. No quiero decir que estos personajes no tuvieran una conducta desastrosa, sino que tengamos cuidado con las comparaciones, porque nosotros, en esas circunstancias, haríamos cosas muy parecidas, como muchos experimentos en psicología nos enseñan (Prisión de Stanford de Zimbardo, experimentos de Milgram, etc.)
La vida puede castigarnos de multitud de formas diferentes, generalmente son los demás los que nos fastidian, pero frecuentemente, somos nosotros mismos, con nuestros pensamientos distorsionados, quienes más daño nos hacemos. Que los demás nos pinchen, es incómodo; pero que nos pinchemos a nosotros mismos, en vez de cuidarnos, es propio de mentes alienadas.
Una forma muy frecuente de lastimarnos es el compararnos inadecuadamente con los demás. Hay una forma sana de compararse para mejorar: Cuál es la mejor estrategia de markenting o jardinería, técnicas de gimnasia, cómo hacer meditación...Pero hay una forma insana de compararse con los demás: Su trayectoria profesional, su matrimonio, el patrimonio que tiene, son elementos incomparables, pues las circunstancias de cada persona son específicas y lo único que se consigue es que le domine el pensamiento de que es una persona que no vale nada; una buena forma de pincharse a sí mismo.
Sea comprensivo con usted mismo, barra la puerta de su casa y contribuya, en lo que pueda, a que todo sea un poco menos desordenado. No se le puede exigir más. Y ríase, tómelo todo con un poco de humor, trátese a sí mismo con cariño y compasivamente, relativizará lo que le ocurra a su alrededor…
Un pequeño test que le ayudará a conocerse algo mejor, puntúese de la siguiente forma:
Completamente de acuerdo 4
Bastante de acuerdo 3
Ni acuerdo, ni desacuerdo 2
Un poco en desacuerdo 1
Completamente desacuerdo 0
• En la mayoría de los aspectos ¿mi vida es como yo quisiera que fuera?
Puntuación:
• Las circunstancias de mi vida son muy buenas.
Puntuación:
• Estoy satisfecho con mi vida.
Puntuación:
• Si pudiera vivir mi vida otra vez no cambiaría casi nada.
Puntuación:
TOTAL:
Si su puntuación es de 6 ó menos puntos, es hora de tomarse unas vacaciones.
Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, rebosante. Porque con la medida con que midáis se os medirá
(*) Pintura de entrada, "La última oración de los mártires cristianos" de Jean-Léon Gérôme (1883).
No hay comentarios:
Publicar un comentario