domingo, 2 de mayo de 2010

Folleto 21

Entropía y negentropía

Vivimos en una realidad de elementos agradables y desagradables. Míticamente hablando, vivimos en un mundo rodeados de luces y sombras, ángeles y diablos. En lenguaje científico, vivimos en un mundo de dos fuerzas opuestas: entropía y negentropía.


La entropía es la fuerza que tira hacia abajo, hacia la menor complejidad, hacia la menor vibración atómica; en el lenguaje mítico: hacia la muerte. Vivimos rodeados de entropía: si arrojamos un vaso de cristal al suelo, este tenderá a romperse y esparcirse mientras que jamás lograremos que lanzando trozos de cristal contra el suelo se forme un vaso.

La negentropía es la fuerza contraria: es la fuerza que busca mayor complejidad, mayor vibración atómica, tira hacia arriba… En el lenguaje mítico: es la fuerza de la vida. También vivimos rodeados de negentropía. Crecemos, ordenamos la realidad hacia forma más complejas, mejoramos…

La lucha mítica entre la luz y la oscuridad, entre las tendencias de vida y las de la muerte, forma parte de la esencia misteriosa del universo y aunque quisiéramos un mundo mucho más cómodo, la entropía, la tendencia al desorden, nos rodea por todas partes.

Según los teóricos de la termodinámica, en un sistema cerrado, la entropía crecerá constantemente. El sistema tiende a enfriarse, a detenerse. El optimista de Clausius afirmaba que se llegaría con el tiempo a la muerte térmica del universo, todo se detendrá un día. En una despensa, si continuamente se sacan alimentos, al final se quedará vacía.

Afortunadamente vivimos en un sistema abierto, lo que significa que esta profecía es equivocada y no tiene por qué suceder. Podemos abrir la despensa e introducir nuevos alimentos. Depende de nosotros. Pero hay que almacenarlos porque de lo contrario:

Si ceso de empujar, se para. Si ceso de tirar, retrocede.

En nuestra realidad, los elementos tienden a pararse. Las cosas tienden a desordenarse. Uno tiende a engordar. Las malas hierbas tienden a llenarlo todo. Si no afilamos la sierra, se embota. Las cosas van cuesta abajo, no cuesta arriba.
Consecuencias de esta realidad. Una vida sin obstáculos, sin incomodidad, sin dolor, es un sueño infantil. En contra de lo que piensa el jardinero ingenuo, si un jardín no se cultiva, crecerán las malas hierbas. La incomodidad, la adversidad, los obstáculos, nos esperan por todos lados, forman parte de la entropía. No podemos evitarla. La vida no es fácil, la ley de Murphy (si algo puede ir mal, irá mal) nos perseguirá aunque nos escondamos en el sitio más paradisíaco que podamos imaginar. No te asombres y prepárate para ello, pero no te asustes: es una oportunidad para crecer.

Porque a pesar de este panorama aparentemente tan negativo y aunque no podamos evitar los obstáculos si podemos elegir nuestro comportamiento, nuestra respuesta a esos obstáculos. Tenemos la libertad de guiar nuestra conducta, de escoger entre amargarnos ante lo inevitable o levantarnos contra las iniquidades y haciéndole frente, acabar con ellas, como afirmaba Hamlet; cruzar desde la orilla de la servidumbre a la orilla de la libertad, porque seremos libre no cuando no haya problemas o preocupaciones a nuestro alrededor ni en nuestras noches necesidad y dolor, sino cuando esos obstáculos rodeen nuestra vida y sin embargo seamos capaces de elevarnos sobre ellos desnudos y sin ataduras. (Gibran) Tienes dentro de ti la fuerza para impulsarte. Úsala, de lo contrario te pararás. Tenemos que esforzarnos continuamente para superar la entropía y aumentar la negentropía: crear un mundo mejor. Míticamente: preparar el reino de los cielos.

El reto más grande de su vida es tomar la decisión de ser libre, no esclavo de las circunstancias. Afrontar las adversidades con alas, con la actitud de que podemos sobrepasarlas, volar por encima, en vez de enfrentarnos a ellas con muletas, incapaces de ningún movimiento.

Cuenta un relato oriental que un hombre se encontró una semilla de calabaza y la introdujo en una botella pequeña. Cuando la calabaza de desarrolló en el interior de la botella, su fruto, la calabaza, se quedó enana adaptándose al cristal que la rodeaba. No pudo crecer más allá de esas paredes que la limitaban. Nuestra actitud, nuestros pensamientos, determinan qué es lo que podemos hacer y alcanzar. “Pueden porque creen que pueden”, afirma un proverbio latino.

En cada momento soy libre para decidir que actitud tomar. Por esto, la búsqueda más noble es saber qué debe hacer uno para convertirse en un ser humano, en una persona libre (Kant) y hacer frente a la adversidad, para nosotros y para los demás. Como afirma el voto budista:


Sin importar cuan innumerables son los seres vivos,
Hago un voto por su salvación.
Sin importar cuan inextinguible es la corrupción,
Hago un voto por su fin.
Sin importar cuan grandes son las tragedias,
Hago un voto para vencerlas.
Sin importar cuan difícil es la iluminación,
Hago un voto por alcanzarla. (Votos del Bodhisattva)


Parafraseando a la Ética de Spinoza: construir lo verdadero, bueno y bello, luchar contra la entropía, es difícil y raro de encontrar, pero merece la pena. Y cuando se intenta, la vida se convierte en algo muy divertido, alegre, con sentido; y merece la pena estar vivo y disfrutar de vivirla.

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