La vida no tiene sentido (y VI)
Es un pensamiento frecuente actualmente entre muchas personas cultas defender que la vida no tiene significado ni sentido alguno. Entre científicos y académicos se suele sostener la premisa de que los humanos son simplemente máquinas que funcionan con mecanismos físico-químicos, etc., más o menos complejo, o en frase de Richard Dawkins: "Throwaway survival machines", es decir, "Máquinas de supervivencia desechables", cuya única finalidad es la supervivencia y reproducción de nuestros genes. No hay otro sentido de la existencia. Podemos crear significados como intentar hacernos ricos, famosos, seguir una religión o luchar para hacer el mundo un poco mejor, pero la realidad es que simplemente estamos siguiendo la programación escondida de nuestras neuronas que sirven fieles a los genes. Nuestra actividad cerebral, nuestra conciencia, es una secreción más de nuestra enormemente compleja maquinaria neuronal.
Sin embargo, otras personas entre las que me incluyo, defendemos la poca políticamente correcta opinión de que la vida tiene sentido y significado; no vivimos en un espacio de tiempo sin significación entre la vida y la muerte intentando pasarlo lo mejor posible y distrayéndonos de la trivialidad final de todas las cosas. Creemos que la vida humana y el Universo, en general, tienen un profundo significado más allá de todo lo anterior.
Creo, como toda fe, que la afirmación de que la vida tiene sentido es finalmente una apuesta, y que como toda apuesta no puede ser demostrada matemáticamente (dejaría de ser una apuesta) pero una apuesta que no es del todo irracional ya que tiene algunos fundamentos empíricos, fundamentos que pueden ser comprobados por muchas personas en carne propia y ajena.
¿Ha conocido alguna persona que ha sido diagnosticada con cáncer y que solamente le queda poco tiempo de vida? ¿O que ha sufrido un serio ataque al corazón o un grave accidente y ha podido sobrevivir?
Todos tienen una cosa en común: han dejado de sentir la vida como algo gratis, algo monótono y vacío; al contrario, experimentan un nuevo sentido de apreciación por todo lo que le rodea, por su vida, por la vida de todas las personas (conocidas o desconocidas), por la belleza y la maravilla de la naturaleza y por estar vivo. Es como si hubieran despertado de un sueño y entraran en una nueva dimensión donde palpan la conexión con otras personas, con la humanidad como un todo, incluso el universo como un todo integrado. Tienen un nuevo sentido de la trivialidad de las posesiones materiales, de los títulos académicos, de las apariencias... todas esas cosas les parecen ahora juegos de niños, mientras que otros valores como el altruismo, la compasión, el disfrutar de una puesta de sol, les parecen, ahora, mucho más importantes. Tienen una sensación de “despertar” a otro nivel de existencia, han atravesado una puerta que anteriormente estaba cerrada y contemplan un paisaje nuevo. Puede opinarse que se trata de otro mecanismo más de defensa del cerebro ante la tragedia que se avecina o que han sufrido; pero puede suceder también que se trate de una experiencia en la que se encuentra con un nuevo significado de la vida. Un salto cualitativo en su maduración personal, una experiencia cumbre, como afirmaba Maslow en su famosa pirámide evolutiva.
Afortunadamente no tenemos que atravesar estas situaciones límite para saborear esta experiencia de “despertar”; es una anécdota bastante común el estar paseando por la naturaleza, en determinados momentos, cuando hacemos deporte o meditación o yoga... en el que nos sentimos en paz, experimentamos un sentimiento de plenitud en el que todo está bien, en el que contemplamos el cielo y hallamos la armonía en toda la naturaleza. En el que los árboles y el paisaje emanan algo especial, en el que sentimos que estamos conectados, que estamos contentos de estar vivos, de existir, y en el que nos llenamos de agradecimiento y gratitud. Sentimos que la vida tiene sentido. Si es usted una persona religiosa le habrá atribuido un ropaje de acuerdo a su visión, pero si no es persona religiosa, igualmente habrá experimentado esta sensación tan especial.
Es el conocimiento de quienes somos en lo más profundo de nuestro ser, de alinearnos con la vida en un instante presente y eterno donde nos envuelven olas de armonía, donde pasamos de la desconexión a la conexión, de la separación a la unión y la vida se vuelve expresión de algo más grande que nosotros mismos.
Y, comparándonos con épocas anteriores donde confesábamos el sinsentido de todo, observamos cómo, en ese periodo de vida, estábamos prisioneros de una visión chata, pobre, enana... como si estuviéramos dormidos respecto a la existencia. En esos momentos de despertar, que pueden durar instantes, horas, días o años, según las personas, nuestros sentidos se sensibilizan, sentimos que todo tiene significado, que hemos regresado al hogar que habíamos perdido. Apreciamos que estamos otra vez como los anuncios de Navidad, de vuelta en casa, en la acogedora, confortable y enriquecedora casa, donde todo tiene sentido. Quien lo experimentó, lo sabe.
(*) Imagen de entrada traducida y tomada de: https://schulzmuseum.org/explore/press-room/peanuts-philosophies/
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