sábado, 7 de julio de 2018

Folleto 153

Dr. Jekyll, Mr. Hyde y Hulk (I)



¿Quién no ha oído hablar de los personajes Jekyll y Hyde de la novela de Stevenson?

El Dr. Jekyll es un científico que crea un brebaje que tiene la capacidad de separar la parte más humana del lado más malicioso de una persona. Cuando Jekyll bebe esta mezcla se convierte en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad.

¿Y Hulk? ¿El superhéroe verde con una fuerza descomunal en que se convierte Bruce Banner cuando se enfurece?

Los creadores artísticos, como Stevenson, tienen la capacidad de sacar a la luz aspectos de la realidad que todos tenemos delante pero que no tenemos la habilidad de reconocer y diferenciar. Los expertos ven lo que el resto de las  personas no sabemos darnos cuenta ni advertir.  Para el que no es carpintero todas las maderas son iguales y para el que no es sastre, todas las telas son parecidas.

Somos “como si” muchos “yoes” estuvieran conviviendo juntos pero que solamente aparece y se manifiesta en público uno de ellos cada vez. De vez en cuando aparece el “yo” enfadado, posteriormente el “yo” alegre, más tarde el “yo” triste o el “yo” miedoso. Son distintos aspectos del mismo “yo” pero que cuando se hacen presente en un grado alto, nos convierten en otras personas que nos hacen la vida más difícil.  Es como una casa con distintas habitaciones y de vez en cuando nos mudamos a una de ellas, cambio que hace distinta nuestra manera de comportarnos y relacionarnos con los demás. No solamente somos el Dr. Jekyll, Mr. Hyde y Hulk, sino una legión de personalidades distintas de las que nos disfrazamos según las circunstancias. En nuestro armario tenemos ropa de vaquero, de boda, de funeral, de fiesta… pero esos disfraces son meros juegos de niños comparados con las distintas personalidades que nos gobiernan y las distintas imágenes que proyectamos.

Se ha hecho mucha literatura, frecuentemente muy exagerada, sobre un trastorno psiquiátrico que hacía posible que una misma persona tuviera dos o más identidades distintas, generalmente opuestas, que tomaban el control de la conducta de forma recurrente  y que cuando vuelven a su personalidad normal no pueden recordar la anterior; se denominaba trastorno de personalidad múltiple;  Actualmente se denomina Trastorno de identidad disociativo.

Cuando es muy intenso y dificulta en alto grado la vida de la persona se denomina un trastorno psíquico, enfermedad mental, pero en la mayoría de las personas no es tan grave ni patológico pero sí digno de atención: cambiamos sin darnos cuenta de personalidad. Es asombroso como trastocamos nuestra forma de comportarnos, de convertirnos en Hyde o Hulk ante determinados estímulos; a veces nuestra familia o amigos comentan que es difícil de reconocernos cuando nos dan uno de esos cambios de personalidad y nos disfrazamos del “yo” colérico, el “yo” deprimido o el “yo” infantil y asustado.

Posiblemente tenga la experiencia de que alguien le haya ocasionado una verdadera trastada y que su “yo” se vea dominado por la cólera, el odio y la necesidad extrema de venganza. Nos convertimos en otra persona que puede llegar al límite de cometer verdaderas barbaridades como respuesta al daño que nos han hecho; somos un “yo” distinto al habitual: de repente somos Hyde o Hulk.  Una vez tranquilos y recordada la situación nos podemos preguntar: ¿cómo es posible que me haya convertido en esa persona tan distinta a la mía?

Los textos hindúes hacen hincapié en que somos guerreros, luchamos por las altas virtudes: la verdad, la bondad y la belleza; por eso nos llamamos guerreros.

Ramiro Calle afirma que “el camino del guerrero espiritual es el camino de la consciencia: su acrecentamiento, desarrollo, esclarecimiento. Es el aprovechamiento del tiempo de vida para acelerar la evolución consciente para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.”

Y una de nuestras metas para llegar a ser persona es dominar a los distintos “yoes” que somos y colocarlos bajo la dirección del consciente, porque dentro de nosotros, como dice la fábula, hay un lobo bueno y otro malo y perseverará aquel a quien alimentemos. No deberíamos ser marionetas de “yoes” que nos esclavizan, manipulan y en definitiva nos convierten en personas sin ningún control de nuestros impulsos, de nuestras ganas ocasionales e infantiles, de pulsiones y tendencias distorsionadas para nosotros y los demás.

Veremos en el siguiente folleto algunas técnicas que nos pueden ayudar a diferenciar la multitud de “yoes” que nos invaden y colocarlos bajo la dirección del que debe ser el director de la orquesta: la consciencia.

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