Cortisol
El cortisol es una hormona, mensajero químico, que se activa en las glándulas suprarrenales, y como mensajero químico tienen una función muy específica: avisar de que estamos en situación de riesgo, que estamos en peligro para nuestra supervivencia. Se le llama la “hormona del estrés” y su función principal es aumentar el nivel de azúcar en la sangre (glucemia) para darnos “combustible”, energía, para afrontar la amenaza que nos rodea.
Cuando su cerebro percibe una amenaza real o potencial hace que el sistema descargue primero adrenalina (escribiremos sobre ella más adelante) y posteriormente, como refuerzo, cortisol. Esto origina una cascada de reacciones químicas que ahora no nos interesan pero cuyo resultado es alertar y ponernos en guardia ante el peligro.
Cuando no conseguimos una meta, cuando dicha meta es difícil de obtener y es importante para nosotros, cuando nos rechazan, cuando nos critican, nos engañan o traicionan, cuando nos lastiman física o mentalmente, cuando evaluamos una situación y llegamos a la conclusión que no es buena para nosotros por su nivel de peligrosidad o por cualquier otro motivo, liberamos cortisol. El fin es conseguir energía, glucosa, para huir o enfrentarnos al enemigo y sobrevivir.
Cuando un animal se siente amenazado, su cerebro busca detalles que le informen sobre el peligro y formas de escapar; su cerebro se convierte en un “escáner” explorando indicios negativos de lo que ocurre. Si un conejo huele a un zorro busca detalles para informarse de donde viene el peligro, hacia donde tiene que correr y cuál es la mejor escapatoria, posteriormente el cortisol se dispara y le ofrece energía para que sus músculos trabajen al cien por cien y rindan al máximo, corriendo en la dirección que han elegido para huir.
Nuestro cerebro funciona de una forma muy parecida al del ejemplo anterior, con la diferencia de que es muy bueno, mucho mejor que el cerebro del conejo, buscando amenazas, reales o posibles.
El sentirse inhibido, reprimido, obstaculizado, criticado... en suma, cuando se nos presenta un obstáculo a nuestros deseos y necesidades, se origina la agresividad como instrumento básico para eliminar el obstáculo. Puro cortisol. Las ganas de darle una patada a la silla, a la mesa que se clava en nuestras costillas o a la persona que creemos responsable de hacernos daño, es automática, la reacción tiene la velocidad de la luz
El cortisol permanece en el sistema durante aproximadamente una hora y durante este tiempo todo lo que observe estará teñido por el color de “elemento peligroso”, dañino para nuestra vida. Todo lo que mire en ese intervalo de tiempo puede parecerle malo porque el cerebro está preparado para buscar amenazas por todas partes, se convierte en un “radar” muy potente recorriendo todo el espacio posible en busca del “submarino enemigo” que nos acecha, corriendo el riesgo de que cualquier pequeña señal pueda ser considerada aviso de peligro y desencadenar más cortisol. Esto se convierte prácticamente en otra hora más de exploración en busca de amenazas, pudiendo llegar a producirse una espiral de cortisol de larga duración.
Además, estamos guardando en nuestra “base de datos”, en la memoria, todo lo que ha ocurrido y hemos experimentado, para que cuando la próxima vez que suceda algo parecido, semejante, nuestra reacción sea todavía más rápida. Nos “programamos” para aprender.
Las consecuencias del incremento del cortisol son completamente lógicas, aumento de la preparación física para luchar o huir y todo lo relacionado con ello: incremento de la presión sanguínea y de la frecuencia cardíaca para llevar más oxigeno a los músculos (peligros de infartos). Músculos tensos, respiración rápida, insomnio (¿quién quiere dormir ahora?) , desconexión del sistema reproductivo (en este instante no es necesario, hay otras prioridades) con el consiguiente incremento de la probabilidad de un aborto no provocado y, en algunos casos, infertilidad temporal, poca tolerancia a la frustración y a la flexibilidad, mal humor, miedo...
Hay que tener en cuenta que los niveles de cortisol también son variables dentro de la propia jornada y de las características personales. Hay personas que son más activas por la mañana y otras que hasta después de comer o hasta llegada la noche no son capaces de adoptar un ritmo con facilidad. No obstante, lo normal es que los niveles de cortisol se vayan reduciéndose gradualmente a medida que transcurre el día, alcanzando niveles mínimos cuando llega la hora de conciliar el sueño.
A pesar que pueda parecer negativo todo lo expuesto, el cortisol es indispensable para la supervivencia y el bienestar humano. Pero en su justa medida. Es un maravilloso sistema de alarma contra todo tipos de peligros y un nivel adecuado nos ayuda diariamente para mantenernos activos y despiertos disminuyendo automáticamente cuando pase el peligro o a la hora de dormir para facilitarnos el descanso.
Elementos que aumentan innecesariamente las tasas de cortisol:
- Demasiado estrés.
- Excesivo consumo de cafeína, alcohol.
- Falta de sueño.
- Ejercicios anormalmente intenso.
- Malos tratos en general.
- Distintos traumas severos prolongados. Defunciones, enfermedades, problemas económicos o de trabajo, separaciones, mudanzas.
Factores que reducen los niveles de cortisol:
- Todos los ejercicios que ayuden a desarrollar los mensajeros antagónicos: dopamina, serotonina, oxitocina, endorfinas. Su acción hacen que disminuyan inmediatamente el nivel de cortisol.
- Ejercicios aeróbicos. Cada persona debe elaborar la lista que le sienta bien porque somos muy diferentes.
- Acido graso Omega 3.
- Comer y dormir adecuadamente.
- Música apropiada en determinadas situaciones.
- Masajes.
- Relaciones sexuales.
- El humor y la risa.
- La práctica de meditación, visualización y acción de sentimientos contrarios a las alarmas.
Todas estas actividades le están diciendo a nuestro cerebro que no hay motivos de peligro y amenazas a la supervivencia. Que busque elementos positivos a nuestro alrededor y no solamente negativos. Estamos reevaluando la situación de forma distinta: estamos apagando el fuego con agua en lugar de hacerlo con gasolina.
Cuando nuestros niveles de cortisol son los adecuados nos sentimos motivados, con fuerza y activos. Si por el contrario los niveles están demasiado bajos nos sentiremos apáticos, fatigados, descentrados.
Debemos aprender a regular los niveles de cortisol. Es muy importante: el estrés continuado, (exceso de cortisol), nos producirá todo tipo de trastornos.
En el próximo folleto haremos un resumen de los expuestos anteriormente.
Notas tomadas de Loretta Breuning, PhD.
(*) Imagen de entrada: fotograma de la película "Braveheart" (1995)
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