sábado, 19 de enero de 2019

Folleto 168

Esperanza (II)



La esperanza es la virtud que nos muestra que a pesar de todo el sufrimiento que nos rodea hay sitio en nuestra existencia para la alegría, que la vida tiene sentido.  La esperanza nos asegura que todavía estamos a tiempo... Nada es inevitable.  Después de estas circunstancias adversas, hay vida. La esperanza deja fuera de combate a los nihilistas que pretenden desesperanzarnos a todos.

No hay duda que en el mundo hay cientos de acontecimientos que intentan deprimirnos. Siempre los ha habido y siempre los habrá porque somos seres limitados, contingentes se dice en filosofía. Esta labilidad, fragilidad humana, decía Ricoeur, es en el fondo el origen del Mal. Hay personas que  engañan, mienten, roban, asesinan, la irracionalidad en sus múltiples formas nos rodea dentro y fuera de nosotros y esta es parte de la realidad en la que vivimos y nos movemos.

En este contexto es fácil perder la fe en el sentido de la vida y a continuación quedarse sin esperanza,  desesperanzarse, desanimarse, perder el ánimo.

A todos a lo largo de nuestra vida nos espera alguna forma de derrota. Algunos son destruidos por ella, pero la grandeza habita en quienes no se dejan aplastar por el infortunio y no pierden la fe y la esperanza que el mal y la irracionalidad no tienen la última palabra.

¿Qué haremos? ¿Permitiremos que nos contaminen,  nos infecten todas esas circunstancias contrarias y nos convirtamos en otra persona también enferma, desesperanzada, en otro zombi deambulante?

Tenemos que cultivar la virtud de la esperanza, cuidarla, mimarla, porque no es algo automático que se nos ofrece gratuitamente, sino que es necesario, como todas las virtudes, esforzarnos para conseguirla y mantenerla.

Para desarrollar la esperanza hay que fortalecer la fe en que la existencia tiene sentido y ejercitarnos en la compasión. Fortificar la fe en sus múltiples formas: leyendo, estudiando, meditando, escuchando a los más evolucionados, ayudando a los necesitados. Son las raíces de la esperanza, las alas que nos ayudan a vivir: tener fe y creer que lo que ofrece sentido a la vida es el desarrollo de la consciencia y la acción significativa en una comunidad, grande o pequeña.

En vez de focalizar nuestra atención enfermizamente en los aspectos negativos que nos rodean, cambiemos nuestro enfoque  nuestra atención. Posiblemente no podamos cambiar todo lo que no nos gusta, ni podamos controlar todos los asuntos que se escapan a nuestras posibilidades,  pero nuestro esfuerzo debe estar orientado a adaptarnos, integrarlos en nuestra cosmovisión, y no permitir que nos enfermen y desesperen.

“Inconstante y fútil, la mente ordinaria es la presa fácil de las incesantes influencias externas, de las tendencias inferiores, de los hábitos y del condicionamiento. Los maestros la comparan con la llama de una vela colocada en el hueco de una puerta, vulnerable a todos los vientos de las circunstancias.” (Sogyal).

Aprender a torear las dificultades, a hacer surf sobre las olas que quieren arrollarnos, a ignorar, inteligente y sabiamente, lo desagradable que hay a nuestro alrededor y no podemos cambiar, y esforzarnos en lo que está a nuestro alcance, en lo que nosotros podemos hacer, aunque sea mínimo.  En vez de fijarnos y quejarnos continuamente sobre el egoísmo y estupidez de las personas en nuestro entorno, en vez de pedir que los naranjos produzcan peras y esforzarnos por enseñar a nuestro perro a maullar, centrarnos en mantener nuestra mente incontaminada, no distraernos y correr con la mirada esperanzada hacia la meta, cooperando para hacer del mundo un lugar un poco menos desagradable. Haremos lo que hay que hacer, aunque otros no lo hagan.

Nos haremos inquebrantables.  Esperanzados.

Hoy y durante toda nuestra vida

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