domingo, 8 de noviembre de 2020

Folleto 217

Lección de educación en un supermercado



Estaba con el carrito de la compra preparado para entrar en la caja de “menos de 10 artículos”. Las otras cajas mostraban unas largas colas por lo que me felicité por haber escogido solamente lo mínimo para entrar en la caja rápida y en poco tiempo estaría en casa. Entonces escuché por los altavoces del supermercado que anunciaban: "¿Podría la persona con un coche marca “x” y de matrícula “y” pasarse por información, por favor?

Ése era yo. Curioso, me desvié de la fila y me acerqué al mostrador de información. Una mujer con dos niños que parecían asustados, una niña de unos tres años y un niño de unos cuatro años, me preguntó el número de la matrícula de mi coche. Cuando se lo dije ella me contestó,  "es su coche". Me pregunté qué le había podido ocurrido a mi coche. Hacía escasos meses lo había comprado nuevo.

La mujer explicó: “Los niños conducían el carro de la compra y creo que pueden haber rayado el costado de su auto. Pagaré los daños, por supuesto. Por favor, tome mi nombre y número".

"Oh. ¿Qué lado?" Encontré el bolígrafo y el bloc de notas en mi cartera y miré su rostro estresado, mientras ella recitaba su número de teléfono.

"El lado del pasajero, por el asiento trasero". Los niños se quedaron quietos y en silencio, asimilando todo.

"Oh", comenté, mientras anotaba su número. "¿Podría darme su nombre también, por favor?"

Ligeramente nerviosa, con sus hijos observando atentamente, ella respondió: "Por supuesto". Escribí su nombre.

Le pregunté: "¿Le gustaría mi nombre y número de telefóno también?"

"Es una buena idea", dijo.

Le entregué una hoja de papel con  mi nombre y número de teléfono. Le agradecí  su comportamiento por haberme avisado de lo sucedido y regresé a mi línea de caja, ahora un poco más larga, agradecido de estar en la fila rápida en este día ajetreado.

Una vez que metí los alimentos en el maletero del coche, examiné los daños. No me pareció nada serio y agradecí que los inconvenientes y gastos de las reparaciones pudieran ser tachados de mi lista en constante aumento. No obstante, decidí esperar  hasta que mi esposa, más detallista que yo, pudiera evaluar el daño y estar de acuerdo. Sí, era mi coche, pero tratamos de actuar en equipo en asuntos económicos o logísticos que puedan afectarnos a los dos, así que quería su apoyo antes de desestimar el incidente.

Mi casa estaba a menos de 10 minutos, pero no podía olvidar la cara de la mujer frente a mí ni el recuerdo de su comportamiento con sus hijos. Mientras conducía, me dije que quería felicitarla por su forma de actuar como madre. Podía imaginar su propia larga lista de "cosas por hacer" y su día complicado, dado que tenía a sus dos hijos pequeños a cuestas.

 Aparentemente, su día se había descontrolado y dos desafíos habían interrumpido sus planes inmediatos: sus hijos habían dañado un automóvil en buen estado y ella tenía que decidir cómo lidiar con ellos y con el daño. Si bien esto último era un dilema moral, ciertamente podría haberlos ignorado; la gente lo hace todo el tiempo, especialmente en los estacionamientos; los problemas de crianza eran urgentes. Se le presentaba una buena oportunidad de enseñanza práctica para sus hijos.

Esto fue lo que pude comprobar: Mantuvo la calma. Lidió tanto con la mala conducta como con el daño sin convertir ninguno de los dos en una crisis, lo que podría haber asustado a sus hijos (y a mí también).

Se mantuvo concentrada en los problemas. Se habían producido daños y era posible repararlos. Podía ofrecer pagar por este último aunque sabía que no podía proporcionar la logística adecuada.

Fue flexible y se acercó a un extraño, aunque aquello interrumpiese sus planes inmediatos para el día. Quizás, incluso tenía helado derritiéndose en su bolsa de la compra.

Volvió al supermercado para pedir en información que hiciesen un anuncio, esperar a que alguien respondiese y luego informar.  Modeló una respuesta perfecta a una situación moral.

Y eligió la forma óptima de “disciplinar”, es decir, de enseñarles una lección a sus hijos. No se enfadó de una forma histérica con ellos, les mostró las consecuencias de su comportamiento descuidado mientras trataba de solucionarlo. No era una tontería, involucraba a otra persona y podía ser costoso para los padres, y para el dueño del automovil, que ahora tenían que reparar el daño que se le había causado.

Las lecciones que los niños aprendieron fueron varias:

Sus comportamientos tienen consecuencias en otras personas y sus propiedades.

Hay que reconocer el daño y pagar el precio que causan nuestras acciones, incluso las que sean involuntarias. Sea responsable e intente reparar los problemas que cause.

En el mundo actual de comportamiento distraído “normalizado”, esta madre demostró la importancia de prestar atención y cómo hay que estar presente en una situación problemática. 

Con el apoyo de Diana Baumrind, "Pautas para una crianza óptima", esta madre se mantuvo cálida con sus hijos en lugar de fría y autoritaria, firme pero no rígida, (en comparación con negligente o punitiva). No los insultó ni los despreció.

Siguiendo a Alan Kazdin  (Presidente de la APA) "Mejores  consejos sobre la disciplina", se abstuvo de juzgar condenando agriamente la situación, aprovechando en cambio las oportunidades para recompensar el buen comportamiento. En lugar de culpar o sermonear, mostró una conducta  centrada en el problema.

De acuerdo con la teoría del aprendizaje social, modeló el coraje y la respuesta moral, la mejor y más eficaz forma de enseñar a los niños.

Creo que esa madre supo aprovechar las contrariedades y sacar una buena lección para sus hijos en una simple visita al supermercado


PD.  Adaptado de Torre Roni Beth, Ph.D.  Psychology Today

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