El patito feo
¿Quién no conoce el cuento “El patito feo” del escritor danés Hans Christian Andersen?
Entre los huevos de una camada de pato común, hay un huevo que no es de pato sino de cisne, y cuando los patos salen del cascarón, esta criatura es distinta. El cuento narra el sufrimiento del pobre cisne cuando todos se burlan de él porque no es como los demás patos y por lo tanto el pobre cisne se convence de que es una criatura inferior y despreciable. Nunca será un pato como los demás patos: no tiene cara de pato, alas de pato, forma de pato.
Afortunadamente el cuento acaba felizmente cuando el cisne de desarrolla y advierte que no es un pato, sino una criatura de otra clase y, a los ojos de muchos, bastante más bella que los patos comunes. El cisne del cuento encuentra a otros cisnes que son como él y se siente feliz al conocer su lugar (su nicho) en la naturaleza y puede por fin respirar y nadar, tranquilo y sonriente. Ha descubierto su verdadera identidad.
Desde nuestra perspectiva del s. XXI, el cuento tiene ribetes clasistas y racistas. Al final el “patito feo” no valía por sí mismo, por ser un “pato”, aunque tuviese defectos físicos, sino porque era una criatura aristrocrática que no era reconocida por los incultos patos normales. Pero tampoco podemos juzgar a una época con los criterios de otra completamente distinta y el cuento resalta los valores de tolerancia y no juzgar por las apariencias que en aquella cultura ya era pedir bastante.
Lo resaltable del cuento es que destaca que todos tenemos algún elemento de nuestra vida que es diferente a los de los demás. Pero somos seres sociales y el “Rasgo de conformidad” es un elemento de supervivencia muy fuerte. Si todos van en una dirección esa debe ser la dirección razonable y buena. Sin embargo, no siempre esto es cierto y la opinión mayoritaria no tiene por qué ser la verdadera. Si millones de personas pensaban que la Tierra era el centro del universo y una sola opinaba que esto era falso, esos millones se equivocaban y solo uno estaba defendiendo la realidad; la verdad no es democrática. Pero forjar nuestra identidad críticamente, defendiendo que somos distintos y tenemos (a veces) nuestro propio camino, es un paso de crecimiento difícil de adquirir, aprender y aprobar, en la asignatura de saber vivir.
El principal reto que afrontamos en nuestra vida es el de encontrar nuestra identidad. Quienes somos, cuál es nuestro papel en este mundo y qué es triunfar. De las respuesta que demos a estas preguntas depende nuestra existencia y cada uno debe encontrar su respuesta propia. No vale aprender las respuestas de memoria sino que hay que vivirlas experiencialmente y descubrir nuestra importancia e individualidad en un universo infinito. La gran trampa a la que debemos enfrentarnos es la misma que la del “patito feo”: compararnos irrazonablemente con los demás y no tener confianza en nuestra especificidad. Ese es el gran desafío. Ser “un bicho raro”, una persona diferente a los demás, puede conducirnos a sentirnos extraños y marginados. Puede ser una gran carga, pero hay que distinguir el raro patológico y el raro sano, distinción que no es sencilla de hacer. Ser raro puede ser una bendición.
Nadie en los miles de millones de criaturas que han existido y existirán, serán como usted. Usted es único en todo el universo; parece que, hablando metafóricamente, Dios ama la diversidad. Edifique su identidad sobre esta premisa y disfrute de sus características.
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