Semana Santa
Solo hay un objetivo que merezca la pena: desarrollar el mundo de la consciencia, la integridad personal. No hay ningún otro problema importante porque resolviendo este, todos los demás se solucionarán. Todas las dificultades tienen un buen desenlace desde la consciencia y por lo tanto, ningún sacrificio es demasiado grande si se asegura la integridad personal. Lo que llamamos en lenguaje coloquial mantener el alma intacta. Merece la pena sacrificar lo que nos estorbe para conseguir ese objetivo, ya sea el ojo derecho o amputarse una mano, para no perder la claridad de vivir en la consciencia.Y no hay nada tan triste como contemplar una consciencia amputada, como explicaba Al Pacino en su formidable discurso de “Esencia de mujer”. https://www.youtube.com/watch?v=ADYLug1PiQw
No hay nada tan deprimente como ver desmoronarse los principios que forjan un carácter.
En estos días se celebra la semana mayor de la cristiandad y es un buen momento para recordarnos el mensaje, la actitud fundamental de Jesús de Nazaret.
La palabra “amor” es muy complicada porque tiene múltiples sentidos: amo a las vacaciones, a mi coche, a mi perro, a la persona de la que estoy enamorado, a mi equipo de baloncesto, a mi patria... deberíamos usarla cuidadosamente o adjetivarla para no confundirnos.
Los griegos distinguían entre “eros”, amor romántico; “filia” amor entre amigos y “ágape” el amor altruista. El cristianismo cree que el valor fundamental, la característica principal de una persona madura, el “Summum bonum” o bien supremo, es que toda su vida esté guiada y basada por la actitud del “ágape”, que constituye la esencia del misterio al que llamamos Dios.
Hasta tal punto que si una persona te lastima, te pisa, en vez de responderle instintivamente “ojo por ojo y diente por diente” o “si alguien me pisa, yo le pisaré más fuerte”, deberíamos ofrecer la otra mejilla.
¿Qué significa eso? ¿Debo dejar que siga aprovechándose de mi y me siga explotando?
Significa no olvidarnos que ese que me está tratando mal es también un persona que posiblemente tiene algún tipo de problema que hace que su “alma”, o en términos actuales, su personalidad, esté trastornada y no sepa lo que hace. ¿Significa que no me puedo defender? En absoluto, sino sin caer en un comportamiento automático de odio y aniquilamiento sin miramiento del otro, enseñarle la otra mejilla distinta a la que él me está mostrando, mostrarle una cara distinta: la mejilla de la integridad, la tranquilidad, la actitud agapeística de intentar comprenderle, pero con la firmeza de no dejarse manipular y desde la fortaleza y la dignidad de la persona madura.
En estos días de Semana Santa lo que celebran los cristianos, es que la chispa poética de Jesús de Nazaret, que soñaba con un mundo distinto al que denominaba El Reino de Dios, basado en el “ágape”, sigue existiendo y es la esencia, el modelo de comportamiento que deberíamos imitar cada vez mejor. Seguramente nuestra civilización marcaría una diferencia de realización si pudiéramos seguir inteligentemente esta norma. Eso es lo que Jesús de Nazaret hace dos mil años quería expresar con “amar a los enemigos”.
Semana Santa, una buena época para recordarnos que hay una manera de contribuir a que en el mundo exista un poco menos de sufrimiento: el ágape cristiano.
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