Ansiedad
La ansiedad es una emoción (conjunto de sentimientos y alteraciones orgánicas) que se caracteriza por preocupación, nerviosismo, miedo, tensión muscular, palpitaciones, dolor de estómago, etc., emoción que sale a la luz ante situaciones que valoramos difíciles y otras veces nos atrapa sin saber siquiera cuál es la causa.
Emoción desagradable que, sin embargo, puede ser muy productiva porque nos ayuda a dar lo máximo de nosotros mismos y a aumentar nuestra atención ante obstáculos como exámenes o ejercicios a los que no estamos acostumbrados delante de espectadores, siempre que ésta no sea tan excesiva que perdamos el control y nos incapacite. El miedo y la ansiedad ayudaron a nuestros antepasados a sobrevivir en un mundo peligroso. Hemos heredado un cerebro enormemente sensible a las señales de peligro aunque sean mínimas.
Es una emoción episódica de alerta completamente natural. Liberamos sustancias químicas productoras de ansiedad incluso cuando estamos realmente a salvo. En este sentido es una reacción muy sana porque indica que nuestro sistema de alarma funciona perfectamente; pero hay otro tipo de ansiedad que es persistente y generalizada: nos asalta continuamente en la vida diaria, ya sea en casa, en el trabajo o con amigos, que puede ser el síntoma de un trastorno de ansiedad. En las sociedades occidentales un tercio de la población sufre este trastorno y más frecuentemente entre las mujeres que entre los hombres.
Hay distintas formas de tratar la ansiedad natural pero una en especial es muy paradójica. Cuando estamos preocupados y ansiosos, todo lo que deseamos es terminar con ese asunto de una vez y volver otra vez a la tranquilidad habitual. Solemos decirnos “deja ya de preocuparte, relájate, es un mal trago pasajero, no te obsesiones” y todo ese conjunto de frases que creemos que nos pueden ayudar a superar el desagradable trance. Sin embargo, frecuentemente, no conseguimos ningún resultado positivo.
Incluso alrededor nuestro nos bombardean con frases como: “tranquilízate, no le des tanta importancia, relájate (palabra mágica), cálmate”, comentarios que no suelen servir absolutamente para nada e incluso, en algunos casos, aumenta aún más la ansiedad, lo que puede desembocar en el pensamiento de “no puedo con esto, abandono, no puedo soportarlo ni un momento más”.
Mi consejo es que se grabe con tinta indeleble en el brazo la frase: “ahora no es el momento de abandonar” y ensaye esta técnica aparentemente paradójica:
Dígale a la ansiedad: “¿Esto es todo lo que puedes conseguir? Mi corazón apenas está brincando y mi sudor es muy pequeño, ¡Venga, asústame de verdad! ¡Haz que mi camisa se empape de sudor y que mi corazón se encabrite y que mi pelo se vuelva blanco...!
Parece absurdo, pero para muchas personas funciona.
No le está diciendo a la ansiedad que desaparezca, sino en un contrasentido, que aumente más. La está retando, y por el contrario no se está resistiendo a su ataque. Le está gritando que ese tormento es una minucia para usted y que necesita mucho más para alterarle un poco, se está riendo de ella y... ¡oh milagro! Los síntomas no solo no aumentan sino que disminuyen.
Girogio Nardone, un psicólogo italiano maestro en la terapia breve, utilizaba esta técnica y siempre se asombraba de los resultados, aunque también especificaba que no servía para todo el mundo.
Le animo a que lo pruebe y compruebe si le sirve de apoyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario