sábado, 16 de junio de 2018

Folleto 150

La vida no tiene sentido (V). Tolstói y el sinsentido de la vida



En su semi-autobiografía “Confesión”, León Tolstói cuenta como a una cierta edad pensó sobre su muerte y llegó a la conclusión que la vida no tenía sentido y para exponer su punto de vista presentó una parábola que ha convencido a muchas personas.

La parábola nos narra la historia de un viajero que mientras caminaba por el desierto es perseguido por una bestia salvaje que intenta devorarle y para salvarse se introduce en un pozo seco que encuentra en su carrera. Sin embargo le esperaba una desagradable sorpresa: en el fondo del pozo vivía un terrible dragón que también quiere matarle. Afortunadamente antes de llegar al fondo, el viajero se agarra a una rama que crecía en la pared del pozo y se queda colgado sostenido por ella.

Pero las desgracias no vienen solas y mientras está colgado, observa que en la rama hay un ratón blanco y otro negro que están mordisqueando la corteza y que es cuestión de tiempo que la rama se quiebre y el pobre viajero caiga hacia abajo donde le espera el dragón con las fauces abiertas. Sin embargo, mientras mira desesperado hacia su alrededor, observa que algunas hojas de la rama están manchadas con gotas de miel, así que mientras espera lo inevitable, se dedica a lamer las gotas de miel de las hojas.

Tolstói nos explica que esa pesadilla es imagen de la condición humana. El dragón del fondo del pozo es la muerte que nos espera a todos. El ratón blanco y el negro representan al día y la noche que poco a poco van royendo nuestra existencia hasta la consumación final, y las gotas de miel los placeres que nos distraen a lo largo de la vida para olvidarnos que somos criaturas temporales. Tolstói opina que a su alrededor todo el mundo está distraído chupando y saboreando las pequeñas gotas de miel, él sin embargo, es plenamente consciente de lo que realmente está sucediendo y que la vida no tiene sentido alguno.

Indudablemente en la parábola hay algunas coincidencias con nuestra vida: los días y las noches van sucediéndose hasta nuestra muerte, pero en desacuerdo con Tolstói, lo que define nuestra existencia no es el final, sino lo que hacemos mientras disfrutamos de la vida.

Para Tolstói las gotas de miel son insignificantes: los placeres de la vida son pequeños, escasos y sin mayor importancia y sin embargo, en contra de la opinión de Tolstói, defendemos que la vida de muchas personas están formadas por acciones que poseen significación y valor. Muchos seres humanos se ocupan en acciones valiosas: se instruyen para su bien y el de los demás, son responsables de sí mismo y de sus familias y comunidad, tienen un trabajo honesto, se ocupan de actividades morales, experimentan la belleza de la existencia, gozan del cariño y de la amistad, tienen propósitos nobles.

Lo que realmente hace que la vida no tenga sentido es enfangarse en acciones que no incluyan elementos valiosos como los mencionados anteriormente.

Démonos permiso para cambiar un poco la parábola de Tolstói. Imaginemos que el viajero en vez de lamer solamente un poco de miel de las escasas hojas de la rama de la cual está colgado antes de que caiga y muera, hace otras cosas distintas. Supongamos que tiene algunas experiencias valiosas como salvar la vida en peligro de algunos niños, entender un poco más alguna idea profunda, ser capaz de experimentar la belleza que le rodea o disfrutar de una experiencia mística antes de despeñarse hacia la boca del dragón.Incluso podemos imaginar que se sacrifica a sí mismo para salvar la vida de otras personas.  Seguramente opinaríamos que su muerte ha tenido sentido, incluso es posible que tengamos la creencia de que sus últimos minutos, horas o días antes de su muerte están llenos de sentido.

En contra de lo que Tolstói sostiene, no es nuestra finitud lo que determina el significado de la vida, lo realmente importante es lo que hacemos con nuestra vida. Una vida que incluye un haz de experiencias y conductas valiosas puede estar llena de significado aunque sea finita.

Tolstói intenta convencernos que la muerte le quita el sentido a la vida, pero implícitamente está introduciendo en su parábola otro factor además de la muerte: nos muestra una vida conducida por hechos sin ningún valor. Y es este factor el que impregna la no significación de la vida del viajero en los momentos anteriores a su muerte. Si no se advierte esto puede que algunos sean convencidos por la parábola de Tolstói y que la vida no tiene sentido, pero la consecuencia es incorrecta.

No es la muerte lo que le quita todo el sentido a la vida, sino por el contrario, es conducirse por ideales nobles y entregarse a ellos, si es preciso hasta la muerte, lo que da sentido a la vida, como afirmaba Aristóteles.

En el próximo folleto profundizaremos un poco más sobre esta cuestión.

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