Desarme con humor a su ofensor
¿Quién no se ha encontrado con el típico gracioso que se mete frecuentemente con nosotros colocándonos una etiqueta que a él le origina un ataque de risa pero que a nosotros no nos hace ningún chiste?
"Hombre, Antonio, ¿qué comes que cada día estás más feo, o más gordo o eres más tonto? ¿Estás embarazado o embarazada"
Y si tiene alrededor alguien que le sigue la corriente uniéndose a su burla, entonces nuestra incomodidad aumenta exponencialmente.
Bárbara Berchkhan tiene un práctico libro, Judo con palabras, donde examina el problema y ofrece una sencilla y fácil solución para enfrentarnos a estos aprendices de bufones sin gracia que tanto nos pueden molestar.
El humor es una de las herramientas más poderosas que tenemos los humanos, y el reírnos de la gente maleducada, de los pedantes, de los arrogantes, de los tiranos, supone una satisfacción enorme; y una defensa que podemos ejercitar contra estos individuos desconsiderados, sin despeirnarnos, sin aparentemente contraatacar diciéndole que se meta los comentarios en las narices, sin enfadarnos con ellos y sin mostrar esfuerzo alguno. Sobre todo si ese maleducado aparece en las reuniones familiares y hay que mantener las formas para no originar un conflicto desagradable en la cena.
La técnica consiste en el refrán sin sentido.
Imagínese que en una reunión el payaso petulante le hace la burlona observación:
"Pero hombre, ¿dónde te vistes? ¿Es que tu ruina económica es tan grande que no puedes comprarte una corbata decente? ¿Y tu coche? ¿Es de la chatarra o lo has recogido en el basurero de la esquina?"
Y usted, sin alterarse lo más mínimo, con una pequeña sonrisa le contesta: "Sí, tienes toda la razón; por eso mi madre me decía: A quien madruga Dios le ayuda."
Somos buscadores innatos de sentido, por todas partes, es un acto reflejo de nuestro cerebro, lo normal es que el payaso grosero intente encontrarle significado a lo que usted acaba de decir, y quizás nos conteste: ¿Qué quieres decir con eso?
A lo que usted puede responder: "Piénsalo detenidamente, tiene mucha profundidad" con lo que le deja desconcertado y con un palmo de narices.
Naturalmente, el refrán no tiene nada que ver con la observación que le han hecho, no tiene ni pies ni cabeza, es completamente absurdo en esta circunstancia, no hay nada que entender, pero le aseguro que el otro se queda un rato buscándole sentido a su refrán... y usted riéndose de él.
Tenga a mano unos pocos refranes que pueda colocar cuando se encuentre en una situación parecida y se reirá del que quiera ponerle en ridículo.
De tal palo tal astilla; En casa del herrero, cuchillo de palo; Dime con quien andas y te diré quien eres; A Dios rogando y con el mazo dando; Vistete despacio si tienes prisa; A todo cerdo le llega su San Martín...
Mientras menos tenga que ver el refrán con la situación, más burlona será su respuesta y, sobre todo, matizándole al final que piense detenidamente en ello, más confundiremos a nuestro atacante. "Piénsalo con tranquilidad, yo tardé mucho en comprenderlo, pero seguro que tú también lo consigues."
Si el interlocutor dice, poniendo cara de inteligente, que lo ha entendido, dígale que sí, que por ahí van los tiros y le suelta otro refrán absurdo: Unos por otros, la casa sin barrer, o una golondrina no hace verano... que todavía tienen menos sentido.
Usted dejará de sentirse como victima y pasará a sentirse protagonista y controlador de la situación, un gran cambio en nuestra autoestima.
Además quedará como inteligente y puede que su burdo aprendiz de patán lo piense dos veces antes de meterse otra vez con usted.
No hay comentarios:
Publicar un comentario