domingo, 11 de agosto de 2019

Folleto 181

La travesía del desierto 


 
 
Todos tenemos en nuestro interior algo de Aquiles, Ulises, Buda, Jesús de Nazaret o Don Quijote. Igualmente de Juana de Arco, Marie Curie, Teresa de Calcuta... Todos tenemos un héroe en nuestro interior por muy poco importante que aparentemente pueda parecer nuestra vida, como intentaba enseñar James Joyce en su “Ulises”. Todo ser humano puede ser un héroe, aunque él no lo advierta, y son las diferentes circunstncias de la vida las que harán que este héroe sea más o menos famoso, más o menos conocido por las demás personas.

Y una de las características en el camino, en la vida de todo héroe es la travesía del desierto. Nadie se escapa porque es en el desierto donde el héroe toma forma, se fortalece, aprende paciencia y resistencia ante el cúmulo de adversidades que se le presentan y de las que no puede escapar.

El gran desafío al que se enfrentará cada héroe en su camino de la vida cuando tenga que atravesar su desierto, es la tentación y seducción de abandonar, de desmoralizase en la travesía porque cualquier esfuerzo parezca inútil y las dificultades aparenten ser tan enormes como obstáculos insuperables. Es la sensación de haberse caído en un pozo de arenas movedizas en el que los movimientos para escapar agravan la situación.

Para mayor dificultad, hay desiertos en los que no hay más remedio que volver sobre tus pasos para, luego, dar un rodeo y otros desiertos en los que no hay más alternativa que atravesarlos.
Distinguirlos es, quizás, el principal problema que plantean los desiertos. Es de los obstáculos más duros: ¿Debo seguir adelante o volver sobre mis pasos? No hay respuesta sencilla al dilema y, seguir adelante, supondrá encontrar otros muchos dragones y enemigos escondidos.

Los mitos y la Historia nos hablan frecuentemente de personajes que han atravesado su desierto: Jonás, en la Biblia, lo explica como la sensación de haber sido tragado por una ballena y sepultado en su estómago. Moisés expulsado de la corte se exilia a su desierto. El pueblo de Israel es famoso por sus varios desiertos: en el Sinaí, en Babilonia, en la destrucción de Jerusalén por Tito, en el Holocausto... Buda, Jesús de Nazaret, Mahoma, San Juán de la Cruz, Hernán Cortés...todos han tenido su particular noche oscura de desiertos que atravesar.

Y ante la prueba dificil, ante el desaliento, ante lo aparentemente insuperable, todos los héroes han conseguido mantenerse en pie y no volver sobre sus pasos. Deciden no perder la fe.

Porque la finalidad del desierto no es otra que la oportunidad, el reto, de fortalecer la fe en nuestra identidad, en lo que somos y lo que queremos ser. Las palabras son importantísimas, ellas son los cimientos de nuestro "yo", y una de las primeras asignaturas que hay que aprender desde niño es cambiar las palabras "problema", "desierto", "dificultad", por las de "oportunidad", "desafío" y "superación". El desierto no es solamente un periodo malo de la vida sino un gran momento, una asignatura difícil de aprender. Pero aquellos que logran superar la travesía, abren la puerta que los convierte en héroes.

San Pablo escribe, en la Segunda carta a Timoteo (2 Tim. 4,7): “He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he mantenido la fe."

Los diamantes se forman bajo la presión y lo bueno es difícil, raro y escaso. Solamente lo consiguen los héroes. Y no lo dude, usted lleva consustancialmente la capacidad y la madera del héroe.
Trabájelo y sáquelo a la luz.

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