Autocontrol (III)
Nuestro desarrollo personal se cimenta sobre adquirir buenos hábitos, y los buenos hábitos se consiguen con la repetición de una conducta.
¿Cuantas veces tengo que repetir una buena conducta para que se haga habitual?
¿20 días? ¿30? ¿60?
La respuesta es: toda la vida.
Porque si dejas de hacerlo ya no es un hábito.
Lo que sí es cierto es que, cuanto más la prácticas, menos trabajo te costará efectuarlo.
Uno de los primeros buenos hábitos que debemos conseguir para dirigir nuestro bienestar es dejar de preocuparnos por todo aquello que no podemos controlar.
¿Qué significa eso?
Las circunstancias en qué vivimos se pueden dividir en dos grandes grupos: las que podemos controlar y las que no podemos controlar.
Aquellas circunstancias que podemos controlar se pueden modificar con nuestras acciones: tengo frío y me pongo un chaleco; hay una piedra en el zapato y me quito.
Las situaciones que no puedo controlar escapan a mis acciones, a mis esfuerzos. No puedo cambiarlas: está lloviendo, hay un terremoto, se ha muerto una persona conocida...
Igualmente, no puedo controlar lo que otras personas piensan y, en gran parte, no puedo controlar lo que otras personas hacen, sobre todo si están muy lejanas a mi.
No puedo controlar lo que piensa o hace el Papa, el Presidente del Gobierno o las tendencias de la bolsa.
Nuestro equilibrio emocional depende en gran manera de diferenciar estos dos grupos: cambiar lo que se puede modificar y superar la frustración, la amargura, el enfado que nos pueden ocasionar las circunstancias adversas que no se pueden controlar.
Nos gustaría un mundo donde no existiesen problemas, pero esto es imposible y, por lo tanto, lo que tenemos que aprender es cómo "practicar el surf" y superar las "olas que intentan arrastrarnos".
Dirigir una embarcación con viento a favor lo hace cualquiera, lo difícil es acomodar las velas y dirigirla cuando el viento sopla en contra.
Una de las reacciones más frecuente ante un inconveniente es quejarse, maldecir de la vida, y dar cabezazos contra la pared porque no me gusta lo que está sucediendo.
Es inútil, no cambia la realidad. Lo que es, es, y lo único que lograr actuando así es deprimirnos nosotros y, también, a todos los que estén a nuestro alrededor.
Podemos adquirir un nuevo hábito:
1. Aceptar la situación desagradable e intentar ver el aspecto positivo que puede presentar por escondido que esté. No hay situación por aparentemente desagradable o incómoda que se nos aparezca que no tenga algo positivo oculto. Es convertirnos en mago y cambiar la paja en oro; es lo que hacen los magos en los cuentos y nuestra tarea es transformarnos en mago: cambiar nuestra actitud, en vez de contemplar la botella medio vacía, ver la botella medio llena, no me estoy equivocando estoy aprendiendo. En lenguaje mítico es hacer presente a Dios donde no está Dios.
No es fácil, se necesita mucho entrenamiento.
2. En todo aquello que escapa a mi control debo dejar de preocuparme. Ignorar el acontecimiento en el sentido de no focalizar la atención y rumiar una y otra vez la determinada situación desagradable, no dedicarla más de dos segundos de atención. Lo único que importa es lo que nosotros podemos hacer; dejar de preocuparnos por lo que dicen o hacen los demás y considerarlos como sucesos incontrolables por personas que no saben lo que hacen. Adaptarnos a las circunstancias con flexibilidad. No pedirle a los naranjos que den plátanos. Por supuesto, hacer lo posible para que no me lastimen, pero sin amargarme, con la flexibilidad que posee la rama cuando se dobla ante el peso de la nieve y no se parte. Y conocer que todos los días me voy a encontrar con personas desquiciadas y acontecimientos desagradables incontrolables. Mantener la serenidad.
3. Contemplar la situación adversa “como si” fuera una oportunidad para practicar nuestra fortaleza. Es un entrenamiento ¡gratis!, ideal para poner en práctica nuestras habilidades. Agradecer a la situación que me permite examinarnos sobre nuestra capacidad para no perder la calma.
4. Las palabras son muy importantes, cambie la forma de denominar la situación. No es un problema lo que tenemos ante nosotros, sino un reto, una oportunidad para crecer.
5. Para los que compartan una cosmovisión religiosa o poética de la realidad, todo es gracia. Profundizar en dicho pensamiento.
6. Todos los guerreros tienen cicatrices. Los que no muestran esas marcas posiblemente es que no han vivido.
Afirma James Clear que Roma no se construyó en un día, pero que diariamente colocaban ladrillos.
Y una frase memorable de Bertolt Brecht (me la recuerda Rafael Núñez):
Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
Sursum corda. Arriba los corazones.
(*) Imagen de entrada tomada de http://thisblogisverygood.blogspot.com/2010/10/saturday-list-of-epic-film-moments.html
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