domingo, 5 de febrero de 2012

Folleto 41

Entrar en la RED-B


     Todo el mundo habla de la red, de internet y sus derivados. Le invito a una aventura diferente que tiene que ver con la que llamamos “RED- B”. No se preocupe, no voy a darle ningún discurso sobre internet o cosa parecida; Le voy a hablar de otra dimensión; le animo a entrar en la aventura de terminar (“End”), con los “Reproches”; y empezar con los ”Deseos” y “Benevolencias”. Termine con los reproches, quejas, lamentaciones, exigir culpables y responsables, hacia los demás, hacia el mundo y hacia usted mismo. No me refiero a quejas razonables, sino a las irracionales que suelen ser el noventa y nueve por ciento de nuestras quejas. No es tiempo de eso, sino de arreglar el problema. Es el momento de los “Deseos” concretos y soluciones: la Benevolencia. Benevolencia que significa mirar con simpatía, con agrado, con inteligencia, a su alrededor y a nosotros mismos. Y felicitarles; y felicitarnos. Cuando el Titanic se hunde no se puede perder el tiempo en exigirle responsabilidades al capitán: si es que estaba durmiendo, jugando al parchís o borracho; ni es tiempo de imponerle un castigo… lo que tiene que hacer es colocarle el chaleco flotador a su familia, ponérselo usted y salir corriendo a los botes salvavidas. No es el momento de exigir culpas, castigar, ordenar las sillas o limpiar el piso… Es el momento de buscar soluciones oportunas. Y las benevolentes son las más racionales y oportunas.


El programa interno de arreglar lo que no nos agrada con castigos, patadas y conductas parecidas, es bueno para nuestra supervivencia en algunas situaciones, pero son circunstancias escasas y muy específicas… Y sin embargo generalizamos ese programa a todas nuestras situaciones difíciles. ¿Qué es más fácil, coger a alguien haciendo algo que nos molesta o haciendo algo bien? Es bastante más sencillo fijarnos en lo que hace mal. Saltarnos esta visión y fijarnos en lo que hace bien es más difícil y exige autocontrol y disciplina… porque nuestro programa interior automáticamente dirige nuestra atención a lo negativo.

En los grandes acuarios, es digno de ver las acrobacias de los delfines, focas y, especialmente, de las orcas, cetáceos que pesan cerca de mil kilogramos. ¿Cómo se pueden entrenar a estos animales a que salten, jueguen con pelotas y se dejen cabalgar por sus cuidadores? ¿Cómo enseñarle a que salten por encima de un aro? ¿Castigándoles cuando no ejecutan lo que usted quiere? ¿Castigar con un golpe a un animal de mil kilos que le puede dar un coletazo y enviarlo al otro extremo de la piscina? La única manera de enseñarle es con recompensas. Recompensarle cuando su conducta se aproxime remotamente a lo que queremos que haga el animal; no cuando hace las cosas perfectamente, sino cuando de un paso en la dirección que deseamos.

¿Cómo se enseña a andar a un niño? ¿Castigándole cuando se cae o recompensándole cuando da un pequeño paso?

El ejercicio consiste en estar atento a la conducta de la otra persona y fijarnos cuando hace algo bien hecho, no cuando lo hace mal. Nos convertimos en buscadores de lo bien hecho y felicitamos efusivamente a la otra persona cuando lo hace bien. Deberíamos tener una camisa larga, cómo las que utilizan los payasos, y escribir con letras rojas: “Pillame haciendo algo bien hecho y felicítame efusivamente”. Generalmente somos muy parcos en felicitar a los que trabajan bien y muy rápido en criticar a los que trabajan mal. Cambiemos de actitud, en vez de concentrar nuestra energía en lo que vemos mal hecho, focalizarla en lo que está bien. Concentrarme en lo positivo y no en lo negativo. Qué duda cabe que es una tarea difícil, que hace falta autodisciplina, morderse la lengua, hacerse el ciego y el sordo muchas veces, pero aquello en lo que concentramos nuestra atención se refuerza… Si no le prestamos atención disminuye su frecuencia. A largo plazo, los elogios funcionan mucho mejor que el castigo indiscriminado y se consigue un clima de confianza y camaradería con los que le rodean. No es cuestión de pasar por alto cuando a nuestro alrededor se hace algo que no nos gusta, sino de reenmarcar la situación positivamente y no dejarse llevar por el afán de criticar y castigar indiscriminadamente.

El siguiente paso es cogerse usted a sí mismo haciendo algo bien hecho y felicitándose o premiándose… Es el paso de depender de los estímulos externos a los internos, es la mutación de sangre fría, dependo de las circunstancias, a sangre caliente, yo soy el responsable de mi vida. Es un buen salto.

Que duda cabe que estamos rodeados de situaciones agradables y otras desagradables, pero si fija su atención en las agradables, su vida será más satisfactoria. Tenemos un fuerte programa interior a fijarnos en todo lo negativo. Es un programa de supervivencia grabado a fuego en nuestro cerebro, pero que multitud de veces es un programa viejo y obsoleto. Disciplínese y haga el esfuerzo de mirar hacia arriba en vez de estar continuamente fijándose en las frutas podridas del frutero.

Lo que estamos haciendo en realidad es aprender a vivir desde el corazón y no desde la crítica amarga y al final, como afirmaba Don Juan a Carlos Castañeda: “¿Tiene esta senda corazón? Si lo tiene la senda es buena. Si no, no sirve para nada”.

NOTA: El texto de referencia es "Bien Hecho" de Ken Blanchard. Edit. Granica.

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