viernes, 31 de agosto de 2018

Folleto 157

"Como si" (I)



Una de las grandes tragedias de nuestro mundo occidental es que nos dividimos en dos tipos de personas: los triunfadores y los perdedores, los que alcanzan las metas y los  fracasados.

El estrés diario por la presión para no ser un perdedor acaba en  ansiedad generalizada y depresiones y éstas, si son muy agudas, en suicidios; ambos trastornos tienen frecuentemente en el fondo una misma causa: en esta vida soy un perdedor y un fracasado, no puedo afrontar ni un momento más el continuar existiendo de esta manera; necesito descansar.

Este descansar como sea, parece la solución más aceptable antes que pensar en revaluar su forma de vivir o pedir ayuda a familiares, amigos o personas cualificadas que le puedan aconsejar. En nuestra sociedad, el solicitar ayuda es una señal de debilidad, una humillación que no se está dispuesto a soportar. Es reconocer que no sirvo para nada, que no tengo sitio en este mundo, que  soy  un apestado.

En nuestro cada vez más secularizado mundo occidental (tendencia que parece imparable y que en sí es positiva en tanto en cuanto sea una evolución sana), las personas ya no se identifican como cristianos católicos, protestantes o de otras religiones, sino que su identidad se basa en sus habilidades, profesiones y por la cantidad monetaria de sus ingresos mensuales o anuales. La personalidad individualista, fuerte, que es capaz de autoabastecerse y resolver sus propios problemas es la figura preponderante con la que se nos bombardea por todas partes. Es el hombre duro, el vaquero que fumaba Marlboro en los famosos anuncios del tabaco americano. Si soy un fracasado y un perdedor, según los criterios anteriores, es por culpa mía, yo soy el completo y único responsable de no haber triunfado en la vida

¿Cómo reaccionan estas personas cuando se quedan sin trabajo, enferman, son abandonados, viven aislados y solos o simplemente se comparan con los  “triunfadores” a su alrededor  que parece que lo tienen todo? (hoy con la televisión, el cine e internet, la comparación es a escala mundial).

miércoles, 1 de agosto de 2018

Folleto 156

Nuncentrismo



Los humanos tienden a exagerar la importancia de sus vidas, del tiempo en que le ha tocado vivir, de su nación, de su raza, de su cultura, de su equipo de futbol, de su religión, etc., etc.

José Antonio Jáuregui tiene un curioso libro “Las reglas del juego”, donde examina nuestra conducta, desde vestirnos hasta la forma de comer, religión, costumbres, etc.,  y examina  la importancia que damos a nuestra tribu en competencia con las demás tribus del mundo:  Esto se llama etnocentrismo y tiene múltiples variables como antropocentrismo, eurocentrismo, etc.,  centrismos que se reducen a: yo y mi tribu somos el centro del universo, los elegidos por los dioses, los demás y sus costumbres no se pueden comparar con las nuestras, sus características son peores o raras y estrafalarias. “España es la mejor”, como canta Manolo Escobar. No hay nada como la democracia o la forma de vida del mundo occidental, o la sociedad de mercado o la comunista, anarquista, socialista, monarquía, república, etc. Los nacionalistas extremos son otro ejemplo más de la distorsión cognitiva tribal del “somos diferentes y mejores”. En definitiva, una variante del trastorno narcisista de la personalidad pero a escala tribal.

Otra variable de este narcisismo lo podríamos denominar “Nuncentrismo” del latín nunc: ahora. Como este momento, como ahora, no hay otro igual en la historia de la humanidad. Este es el periodo de la historia de más violencia, de mayor sexualidad, menos religioso, mayores problemas de emigración, de peor gobierno de la nación, de personas más egoístas y corruptas, de, de, de…