La travesía del desierto
Todos tenemos en nuestro interior algo de Aquiles, Ulises, Buda, Jesús de Nazaret o Don Quijote. Igualmente de Juana de Arco, Marie Curie, Teresa de Calcuta... Todos tenemos un héroe en nuestro interior por muy poco importante que aparentemente pueda parecer nuestra vida, como intentaba enseñar James Joyce en su “Ulises”. Todo ser humano puede ser un héroe, aunque él no lo advierta, y son las diferentes circunstncias de la vida las que harán que este héroe sea más o menos famoso, más o menos conocido por las demás personas.
Y una de las características en el camino, en la vida de todo héroe es la travesía del desierto. Nadie se escapa porque es en el desierto donde el héroe toma forma, se fortalece, aprende paciencia y resistencia ante el cúmulo de adversidades que se le presentan y de las que no puede escapar.
El gran desafío al que se enfrentará cada héroe en su camino de la vida cuando tenga que atravesar su desierto, es la tentación y seducción de abandonar, de desmoralizase en la travesía porque cualquier esfuerzo parezca inútil y las dificultades aparenten ser tan enormes como obstáculos insuperables. Es la sensación de haberse caído en un pozo de arenas movedizas en el que los movimientos para escapar agravan la situación.