domingo, 18 de septiembre de 2016

Folleto 87

Pequeños insectos que corroen el árbol (III)


Continuando el folleto anterior, les pongo un ejemplo dentro de la tradición occidental (De las florecillas de San Francisco, Cap. VIII) de una persona que sabe controlarse ante las adversidades. Lo que Francisco llama la “alegría perfecta”, nosotros denominamos plena realización, iluminación, como quiera llamarle; y donde coloca el colorido cristiano, reenmárquelo en el suyo, el nombre es lo de menos. Y la técnica es la misma: profundizar sobre nuestra identidad.

Capítulo VIII
Cómo San Francisco enseñó al hermano León en qué consiste la alegría perfecta

“Iba una vez San Francisco con el hermano León de Perusa a Santa María de los Ángeles en tiempo de invierno. Sintiéndose atormentado por la intensidad del frío, llamó al hermano León, que caminaba un poco delante, y le habló así:

- ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.

Siguiendo más adelante, le llamó San Francisco segunda vez:

lunes, 12 de septiembre de 2016

Folleto 86

Pequeños insectos que corroen el arbol (II)


Las desventuras presentes provienen de nosotros mismos (la realidad, evaluada negativamente desviada, no coincide con nuestros deseos) y son estimuladas externamente por lo que llamamos el mundo: frío, calor, falta de recursos, o por los demás: desprecio, injusticia, malos tratos en general.

El dolor físico es inevitable, mientras tengamos un cuerpo sentiremos dolor; la medicina intentará paliarlo y lo consigue poco a poco, pero es inevitable (me tuerzo un tobillo, choco con una puerta, las muelas, el oído, la cabeza, frío, calor, la lista es interminable) Pero el sufrimiento, producido en el nivel de la psique, es opcional. (el dolor físico lo transformamos en psíquico) Elegimos sufrir. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puedo elegir lo que me hace daño? Por ignorancia; continuamente comemos bombones envenenados con apariencia agradable y las consecuencias son siempre, con una lógica inapelable y simple, dolor de estómago.  La solución es muy sencilla: despertar, aprender, iluminarnos, distinguir el alimento bueno del que nos hace daño.