Primeros auxilios emocionales
Cuando tenemos algún pequeño contratiempo físico, una caída y un poco de sangre, un ligero dolor de cabeza, destemplanza o algo parecido, tenemos a mano un completo arsenal de primeros auxilios: desinfectante, tiritas, vendas, aspirinas y un largo etc. Además tenemos cuidado de qué manera progresa la herida y la cuidamos esmeradamente.
Igualmente cuando tenemos algún desajuste emocional, una crítica que nos duele, algún desánimo por no sabemos qué, una meta que se hace difícil de conseguir, una preocupación que no nos deja, deberíamos estar preparados para hacer uso del maletín de primeros auxilios emocionales; algo que nos renueve la esperanza y nos aumente la resistencia, porque defiendo que siempre que no nos encontramos bien, hemos caído en una trampa, hemos tomado algo que nos ha sentado mal, un tóxico emocional. En el folleto 50 ofrecía algunas soluciones y seguiremos aportando algunas más, pero en este folleto lo que quiero es abordar soluciones rápidas que puedan ser efectivas a corto plazo: una tirita que no es una actuación profunda pero que algunas veces me saca del apuro.
Lleve en su agenda o cartera una lista de pensamientos y actividades que a usted personalmente le han ido bien otras veces que ha estado en estas mismas circunstancias. Archive cualquier salida que otra vez anterior le haya servido o una nueva, realice su maletín de primeros auxilios emocionales. Por ejemplo, me sirve recitar la frase: “Ahora estoy en medio de la niebla, no veo nada, no se me apetece nada. Aguantaré. Sin ganas pero aguantaré. Respiraré profundamente, no me miraré el ombligo y seguiré hacia delante”.
Si es una persona de una determinada religión, tenga a manos jaculatorias que le ofrezcan resistencia ante la adversidad. Si no se considera adscrito a ningún tipo de religiosidad en especial, busque sentencias de personajes que le hayan impresionado y téngalas a la mano. Cuando se nos nubla la paz de espíritu, algo que nos pasa a todos de vez en cuando, hay que hacer el esfuerzo de volver a ponernos de pie, de no rendirnos y darnos por vencidos.
A algunas personas le ayudan el leer una lista de palabras que le ofrecen tranquilidad; por ejemplo: Alegría, Armonía, Amor, Belleza, Calor, Camino, Compasión, Confianza, Coraje, Dios, Esperanza, Estima, Fe, Fuerza, Gozo, Libertad, Luz, Paz, Placer, Satisfacción, Seguridad, etc. Escriba su propia lista de palabras que le hagan sentir bien, el poder de la palabra es enorme… Siéntase inundado por una lluvia dorada en que cada palabra le está ofreciendo su don particular. Sobre todo, aguante. Es posible que cuando comience a efectuar cualquier tipo de trabajo de su rutina diaria (ordenar algo, limpiar un objeto) o un poco de meditación, el movilizar sus canales de energía, se cambie su estado de ánimo.
Tenga un archivo de canciones que nos elevan el ánimo. Igualmente recordar acciones que nos han producido y producen placer y contento.
Tenga un archivo de canciones que nos elevan el ánimo. Igualmente recordar acciones que nos han producido y producen placer y contento.
El mejor auxilio emocional es volver a redescubrir, porque ahora no lo vemos, el por qué de nuestra vida, nuestra identidad.
Cuenta una antigua leyenda oriental que en un país lejano se encuentra el árbol de la felicidad porque tiene un fruto que la persona que lo toma es feliz. El fruto tiene tres capas: la primera es “qué”, la segunda “cómo”, y la tercera “para qué”. Quién consigue el “para qué”, ya no le importa ni el “qué” ni el “cómo”.
He copiado este pequeño relato anteriormente, pero no me resisto a repetirlo. Es un buen ejemplo.
DE LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA
(Florecillas de Francisco de Asís)
“El mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo:
– «Hermano León, escribe.»
El cual respondió:
– «Heme aquí preparado.»
– «Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría.
Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría.
Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría.
También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.
Pero ¿cuál es la verdadera alegría?
Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas.
Y todo envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco.
Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás.
E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche.
Y él responde: No lo haré. Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí.
Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.”
Una variación más de lo mismo: la clave para afrontar el sufrimiento es vivir con más consciencia.
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