Pequeñas victorias
Hay una parábola de los evangelios que me resulta muy atrayente. Le preguntan a Jesús a qué se parece el Reino de los Cielos. Jesús contesta que a una semilla de mostaza y a la levadura del pan. Son objetos pequeños, casi invisibles, pero crecen y se hacen muy grandes. Es el mismo relato que afirma que una casa de millones de ladrillos comienza con un ladrillo o que un viaje de miles de pasos empieza con el primer paso. Es el relato que defiende que lo pequeño es hermoso, de lo minimalista. A veces soñamos con ser ese personaje revolucionario de una gran talla que quiere cambiar el universo, de pronto, de golpe; y sin embargo basta para empezar con pequeños pasos, con actos muy sencillos. No estoy quitándole sus sueños, simplemente le afirmo que las pequeñas victorias tienen mucha importancia.
El reino de los cielos, el nombre mítico que le damos al conseguir la paz interior, se empieza con pequeñas victorias, cambiando poco a poco malos hábitos y pequeñas adicciones que nos dificultan la vida. La Peregrina de la paz (http://www.peregrina.org/peregrina/) esa mujer extraordinaria, nos habla de cuatro pasos: Preparación, purificación, renuncia, adquisición. Cuando queramos afrontar un trabajo, conseguir una meta, recorramos esos cuatro pasos: preparación (concretar el objetivo, no escaparme y evadirme), purificación (eliminar los pensamientos limitadores), renuncia (a las distracciones y a lo que me obstaculiza mi objetivo), adquisición de la nueva capacidad. Cada paso se puede llenar de diferentes categorías, depende de cada uno y de su personalidad.
Una de las pequeñas victorias que considero importante es aprender a decir “Sí”.
A los comerciales, a las personas que tienen que vender cualquier cosa, se les enseña en los cursos de adiestramiento, que lo primero que hay que conseguir es que el futuro cliente diga “sí” a cualquier sugestión que pronuncie el vendedor por simple que parezca. Si conseguimos varios “sí” seguidos, estamos en el buen camino. El decir “no” se le hará más cuesta arriba.
El decir “sí” a nuestra vida, a nuestras circunstancias, nos hace fluir, nos hace abrirnos y enfocar de una manera realista nuestra situación. El primer problema es negar que tengamos un problema. El decir “sí” no significa que estemos de acuerdo con la dificultad, simplemente es un primer paso de resolución para liberarnos de lo que nos tiene atrapado. Al aceptar la dificultad, paradógicamente la disminuimos. Una de las primeras asignaturas que tenemos que aprobar es la de aceptar el principio de la realidad que afirma una idea muy sencilla: “Las cosas son como son”. Frecuentemente queremos que las cosas no sean como son… En el siglo dieciséis, Ignacio de Loyola hablaba de la indiferencia sana. Indiferencia a la saluda o enfermedad, riqueza o pobreza, honor que deshonor. Hay que entenderlo en el sentido de que por supuesto “preferiría, me gustaría, sería bueno, etc.” Estar sano. Pero en el caso de que no sea posible y no se pueda cambiar, aceptarlo y convertirme en “Mago”. Ver que bendición se esconde tras lo aparentemente negativo y desagradable.
Hay una técnica terapéutica que a muchas personas les ayuda bastante, es el ejercicio de ponerse enfrente y caminar con los problemas (Luciano y Cabello, 2001). El terapeuta, haciendo el papel de los pensamientos negativos y limitadores del paciente, se sitúa enfrente de éste impidiéndole llegar a un lugar de la consulta que simboliza una dirección valiosa para ella. Al mismo tiempo, le repite aquellas cosas que le dice su mente:
«Te van a destruir», «No vas a conseguir el éxito», «No vas a poder terminar nunca», “Eres inútil”, etc.
En un principio el paciente trata de apartar al terapeuta para pasar, hasta que comprueba que eso no es posible porque cuanto más empuja al terapeuta, más se opone el psicólogo. Sus ideas seguían interponiéndose entre ella y sus valores.
En un principio el paciente trata de apartar al terapeuta para pasar, hasta que comprueba que eso no es posible porque cuanto más empuja al terapeuta, más se opone el psicólogo. Sus ideas seguían interponiéndose entre ella y sus valores.
Se le propone entonces, una alternativa: coger a las ideas del brazo y caminar con ellas hacia el lugar que quería. Se le hace explícito al paciente que todo lo que se había hecho en la terapia estaba destinado a que cuando aparecieran las barreras de pensamientos que anteriormente la habían paralizado, pudiera cogerlas y llevarlas consigo reconociéndolas, pero sin hacerle caso.
Intente el ejercicio de decir “sí” a algo que le guste, después a algo que sea neutral. Son ejercicios sencillos. Después diga “sí” a algo que no le haga gracia. Procure tener la sensación que es capaz de caminar con ello a pesar de que es desagradable. Es duro, pero usted lo es más. Diga “sí” en varios tonos: cantando, riendo, pensando, en voz alta, en voz baja… Diga “sí” a todo lo que le pueda ocurrir en su vida, por aparentemente desagradable que pueda parecer. Diga “sí” a sus características personales, de su pareja, familia, amigos… Y respire profundamente y con calma. Diga “sí” a su vida. Imagínese que tiene grabado a fuego en su corazón la palabra “Sí”. Solamente entonces empezará a sentir la fuerza, el coraje, la capacidad para comenzar a cambiar y dirigirse hacia sus sueños.
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