lunes, 14 de julio de 2014

Folleto 69

Matrimonio. Ficha número 9

¿Tiene recuerdos que le ponen de mal humor, triste o culpable?  ¿Está luchando para olvidar el dolor de una relación? ¿Una mala pasada que le hicieron?  ¿Cómo puedo superar el pasado?
  
A veces tenemos recuerdos del pasado que nos atormentan y nos originan sentimientos de ira, malestar o culpabilidad. Y sin embargo, no podemos cambiar lo que ha sucedido; todavía no tenemos máquinas del tiempo que nos trasladen al pasado para transformar lo que ocurrió anteriormente y hacer que las cosas no sean como fueron.  Lo que sucedió es inamovible, lo hecho, hecho está.

¿Qué podemos hacer para que el pasado no siga haciéndonos daño?  Reenmarcarlo. Redefinirlo. Cambiarle su  significado. Intentar verlo con unos ojos distintos. Si conseguimos cambiarle el significado, tanto interno como externo, el acontecimiento pasado dejará de atormentarnos.  “No es que mis padres no me querían, es que dadas sus circunstancias no podían hacer otra cosa”.  “No es que yo era estúpido, sino que no tenía las herramientas necesarias para actuar de otra manera”.  

En el musical Oliver, basada en Oliver Twist de Charles Dickens, Fagin, el jefe de los pilluelos ladrones,  llega a una situación en la que se ve anciano, sin dinero y con un futuro muy difícil… y tiene una canción llena de optimismo en la que canta “I´m reviewing the situatión”:  “reexaminemos los acontecimientos.” Y de nuevo encuentra fuerzas para seguir viviendo.

A todos nos ha sucedido alguna vez que  cuando estamos pasando por malos momentos, nos decimos: “Cuando recuerde estos acontecimientos absurdos me reiré profundamente”.  Y efectivamente, con el paso del tiempo y volvemos la vista atrás y aquel mal rato se convierte en una anécdota graciosa.  Incluso comprendemos que eran pasos necesarios para alcanzar una meta difícil.

Un relato tomado de los cuentos espirituales de oriente de Ramiro Calle, (Pag. 71, 2ª Edición. Ed. Sirio) nos puede ayudar a entender el proceso.
  
“Un magistrado estaba muy satisfecho de su secretario, y para recompensarle decidió invitarle a cenar un día en su casa.  Después de una exquisita cena, el magistrado le ofreció una copa de licor a su eficiente secretario.  Un arco que pendía de una de las paredes se reflejaba en la copa y el secretario creyó ver una serpiente dentro de la misma, pero como no podía permitirse desairar al magistrado, sacando fuerzas de flaqueza, aunque aterrorizado, se bebió el contenido de la copa.  Después se fue a su casa y pasó una noche terrible.  Sentía a la serpiente mordiéndole las entrañas y, aunque ingirió varios medicamentos, no pudo superar el dolor que le afligía.

Transcurrieron los días.  El secretario se sentía muy enfermo.  El magistrado,  extrañado por su ausencia, acudió a visitarle a su casa.

-Pero, ¿qué le ocurre, amigo mío? –preguntó el magistrado-. ¿Qué enfermedad padece?

-Debo serle sincero, señoría –dijo el secretario, apenado-. No sé si se trata de la serpiente que me tragué al beber la copa de licor y que no logro evacuar, o simplemente del terror que sentí al tragármela.  Pero el caso es, señoría, que no dejan de presentarse los terribles dolores de estómago y las náuseas.

El magistrado, extrañado, regresó a su casa y se puso a reflexionar.  De repente la luz se hizo en su mente.  Hizo llamar urgentemente a su secretario y, como hiciera días atrás, le ofreció una copa de licor.  De nuevo el arco se reflejó en la copa y el secretario viendo otra vez una serpiente dentro del licor, retrocedió espantado. El magistrado le explicó:

-Solo es el reflejo del arco que hay detrás de usted, colgado en la pared.  Ya ve, mi eficiente secretario, que su mente le ha jugado una muy mala pasada.

Unas horas después, el secretario había recuperado el buen color de tez, el sentido del humor y la salud.”

Reenmarque la situación; redefínala cambiándole el significado, y el pasado dejará de atormentarle.

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