Matrimonio. Ficha número 10
Parejas y dinero
Una de las dificultades mayores en la relación de pareja es el dinero. Las discusiones sobre cómo conseguirlo y cómo gastarlo cuando es escaso o insuficiente, es un obstáculo en el bienestar de la pareja, y si la frecuencia de desencuentros por causa del uso del dinero es muy alta, la vida en común puede terminar en ruptura. El dinero es un campo muy delicado y sensible a la autoestima y orgullo de los miembros de la pareja, hiriéndose fácilmente los sentimientos del otro porque el dinero (aparte de ser un elemento de cambio) es un símbolo en nuestra sociedad de los valores más íntimos del individuo y de la valía de la persona.
Dos tipos fundamentales de actitudes ante el dinero originan las discusiones y son difíciles de reconciliar. Estas dos actitudes están exageradas en este folleto, pero todos tenemos algo de una de las dos.
- La actitud del idealista, gastador, sin darle importancia al uso del mismo y sin preveer las consecuencias de no tenerlo en un momento dado (irresponsable e infantil para el otro miembro de la pareja).
- La actitud del conservador, ahorrador, dándole mucha importancia al uso del mismo y un miedo aterrador a quedarse sin dinero por lo que lo mima y atesora con todo el cuidado que puede (miserable, avaro, materialista, para el otro miembro de la pareja).
Los radicalmente diferentes e irreconciliables puntos de vista en un tema tan sensible hace que en las discusiones sobre su uso, sea muy fácil perderse el respeto y caer en un estado de ánimo agrio y enfadado con la pareja, por lo que es muy importante aprender a estar en desacuerdo, discutir cariñosamente y con flexibilidad para llegar a un consenso respecto a esta cuestión.
Podemos partir de la creencia que nuestros respectivos puntos de vista pueden estar sesgados por la educación, experiencias y circunstancias particulares de nuestra vida y que por lo tanto no estamos ninguno de los dos en disposición de la verdad absoluta. Puede ser que el miembro conservador de la pareja, haya experimentado situaciones de mucha carencia en alguna época de su vida, y se ha jurado que jamás volverá a pasar por ese infierno, conservando una mentalidad de inseguridad (que le hace sentir que nunca ha ahorrado lo suficiente) y miedo irresistible a una posible futura privación, más fantasiosa que real, pero de la que no se puede sustraer . Puede ser que el otro miembro de la pareja, el gastador, no haya tenido que pasar por estas penurias y le es difícil comprender a su pareja. Pero el partir de que nuestras creencias no son verdades absolutas y podemos estar equivocados, nos facilitará la complicada tarea de tener la suficiente capacidad para llegar a un compromiso.
Los tipos de acuerdo a que se pueden llegar son muy variados, y dependerá de muchas circunstancias, pero en general se debe tender a que la pareja conservadora lleve la contabilidad de la pareja, asignando a la otra parte una cantidad para que la pueda administrar cómo mejor le plazca. Una vez hecha las distintas asignaciones, durante un periodo de prueba más o menos largo, no se permitirá la crítica, el corregir o quejarse, de la conducta del otro. Cuando pase el periodo de prueba se pueden reajustar las cantidades, siempre de común acuerdo.
No obsesionarse por las posibles carencias futuras (podemos caer en la codicia), no compararse con los gastos de otros (podemos caer en el despilfarro), practicar suavemente lo contrario a mi manera de ser, ejercitar algunas medidas preventivas (que ofrezcan seguridad al conservador), son algunas técnicas que pueden ayudar a la pareja en esta materia tan difícil de resolver.
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