miércoles, 25 de julio de 2012

Folleto 46

Cómo tratar a los demonios


      Erasmo de Roterdam escribió en 1.501 un libro que hizo furor en Europa: “Enchiridion Militiis Christiani”. Traducido como el “Manual del caballero cristiano”.

Las ideas básicas del libro son: el caballero cristiano debe tener una serie de armas para defenderse en el mundo: conocimiento de la ley de Dios, oración interiorizada, rechazo de las formas externas de culto, exaltación del juicio propio sobre el de la mayoría…

“Para que no te dejes apartar del camino de la virtud porque te parezca abrupto y temible, porque tal vez hayas de renunciar a las comodidades del mundo, y porque constantemente has de combatir contra tres enemigos en lucha desigual, que son la carne, el demonio y el mundo, te será propuesta esta tercera norma: todos esos espectros y fantasmas que se abaten sobre ti (...) has de tenerlos en nada".

Durero en 1.513 pinta un grabado titulado El caballero, la Muerte y el Diablo  (Grabado muy conocido y que se puede contemplar en internet) donde parece que sigue al modelo del caballero cristiano de Erasmo.
Hace 500 años del dibujo, pero vamos a intentar hacer igual que estos genios, procuraremos dibujar a los demonios que nos rodean, y cómo el caballero que cabalga en el grabado de Durero, nos reiremos de ellos; vamos a tenerlos en nada a todos esos espectros y fantasmas que nos asedian; ya en  las culturas antiguas los chamanes aprendieron que dar nombre a lo que tememos era un modo práctico para empezar a tener poder sobre ellos.

El primer paso es preguntarnos que nos pasa en el campo físico y psíquico: ¿Cómo nos sentimos físicamente? Respiración rápida, taquicardia, sudor, dolor de estómago, mareos, cansancio… etc.   ¿Qué sentimos psiquicamente?  Ira, temor, tristeza, ansiedad,… etc.

El segundo paso es intentar cuantificar del uno al cien, como si fuera un termómetro, lo que me está sucediendo, tanto física como psíquicamente: Siento de taquicardia un 40, de mareo un 10, de sudor un 20, etc.  Igualmente en el plano anímico: Enfadado, resentido, molesto, irritado furioso, 40.  Ansioso, angustiado, preocupado, con pánico, nervioso, asustado, 50; culpable, con remordimiento, malo, avergonzado, 20. etc.

El tercer paso, una vez que sé lo que me pasa y en qué cantidad, física y psíquicamente, voy a ponerle un nombre al sentimiento principal que me está sucediendo, por ejemplo, la ira.  Le coloco el nombre humorístico, por ejemplo: “El dictadorcito enfadado” y lo disfrazo con ayuda de mi imaginación con las características más absurdas y pintoresca que me pueda inventar.  Unos zapatos de un metro de largo, un bigote pintado de verde, un traje militar rojo con remiendos, un sombrero de copa con alas rotas, etc.  Cada vez que me enfade me diré: “Ya está aquí el dictadorcito enfadado” me lo imaginaré con su traje ridículo gritando y gesticulando…

Cuarto paso, escucharé qué es lo que me dice ese payaso: “eres tonto”, “no sirves para nada”, “no has conseguido ningún cargo importante en la vida”, “estás solo y nadie te aprecia”, “la vida no tiene sentido”, “esto no tiene solución”… (Generalmente, las tres trampas principales son: no ser querido, no ser importante, no tener seguridad física y psíquica; se presentan bajo múltiples disfraces pero siempre son las mismas).

Quinto paso, voy a intentar rebatir y refutar las afirmaciones y palabrería del payaso, como si yo fuera otra persona a la que defiendo de esas acusaciones.  Si mis argumentos son cien por cien verdaderos y los creo, automáticamente bajará sensiblemente la puntuación que dábamos al malestar físico y psíquico.  “Eres tonto”, me dice el charlatán, y yo le respondo; “posiblemente mi coeficiente intelectual no sea el de un premio Nobel, pero esa es una afirmación muy general y no es cierta en absoluto, puedo sobrevivir perfectamente con mi inteligencia.  Además, hay mucha gente que me quiere tal y cómo yo soy”. 

Por último, voy a dedicar los próximos diez minutos a ordenar un poco algo que está actualmente desordenado… esto me mostrará que puedo controlarme a mí mismo y a mi entorno…  El cambio de estado de ánimo pasa por introducir cambios físicos en mí, cómo hacer ejercicio, trabajar en algo, tocar un instrumento musical, etc., y cambios de actitud: reenmarcar el acontecimiento, redefinirlo, rebatir los pensamientos absurdos y mentirosos con los que me hago daño.  Muchas veces con el simple ejercicio ya cambiamos nuestro estado de ánimo.  Personas mayores que tocan el piano, cuando se levantan de la cama por la mañana y están aquejados por artritis,  parecen zombis ambulantes, pero si se ponen al piano, hacen  unas escalas,  tocan una pieza musical  y visiblemente se observa como los dedos se estiran, la columna vertebral se pone derecha y otra persona aparece… es un cambio mágico.

           Le apuesto que se sentirá mejor.  Pruébelo, entrénese, no es complicado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario