domingo, 27 de octubre de 2013

Folleto 53

Naranjas y plátanos


Uno de los problemas que continuamente se nos presenta a las personas es que pedimos a los naranjos que den plátanos.  Es una meta imposible, los naranjos siempre darán naranjas y jamás darán plátanos, por mucho que lo deseemos es un objetivo fuera de nuestro control y si persistimos en conseguirlo, deberíamos hacernos la idea de que nos podemos sentar tranquilamente a esperar durante mucho tiempo porque es una meta absurda.  Nos empeñamos en pedirle a los perros que aprendan a maullar y a los gatos que intenten ladrar: metas irracionales.  Pero esta misma conducta disfuncional la hacemos extensible a otros aspectos de nuestra vida.  Suponga que tiene dos amigos.  Uno de ellos es una persona muy ordenada y poco flexible.  Lleva la cuenta del día de su santo, cumpleaños, de usted y de todos sus amigos,  es un magnífico contable con el carácter cuadriculado.  El otro amigo es un bohemio, extravertido, simpatiquísimo y de enorme desorden.  Suponga que usted tiene un grave problema y se le ocurre llamar a las tres de la madrugada a uno de ellos para que le aconseje.  ¿A quién llamará?  ¿A la persona ordenada que se acuesta exactamente a las once de la noche o al bohemio que no sabe en qué hora vive?  Si se le ocurre llamar al primero, lo más probable es que ni le coja el teléfono, está completamente dormido.  No le puede pedir que le aconseje o consuele a las tres de la mañana.  Imagine que quiere irse una noche de juerga ¿A quién invitará?  ¿Al contable que, a las diez de la noche tiene sueño y se tiene que levantar temprano al día siguiente… ¿ No se le ocurra pedirle que trasnoche, es algo que no puede darle.  Por el contrario, si tiene un problema de fiscalidad con hacienda, lo más probable es que la persona indicada para ayudarle sea la primera.

jueves, 17 de octubre de 2013

Folleto 52

Una buena técnica de autoestima: autoaceptación específica incondicional


Si tomamos una hoja de papel y le acercamos una cerilla encendida, el papel generalmente arderá; si tomamos un objeto de hierro y le acercamos otra cerilla, el hierro no se inflama.  Es el mismo fuego, pero los materiales son distintos.  A unas personas la crítica, ya sea de los demás o de uno mismo, los ataques de los otros les ponen fuera de sí.  Y sin embargo, a otras personas les deja indiferente. El mismo fuego, consecuencias distintas.  ¿Qué podemos hacer para conseguir que las críticas de los demás no afecten a nuestra autoestima?  ¿Cómo convertirnos en hierro que el fuego no pueda quemar?

martes, 1 de octubre de 2013

Folleto 51

Sobre la impermanencia


Me encanta Carlos G. Vallés, jesuita.  Es una persona con un espíritu vibrante de entusiasmo, de vida, de  afán de aprendizaje y servicio.  Y esto no es fácil de encontrar en las personas con más de cincuenta años.  No digamos a los ochenta.  Recomiendo su web (http://www.carlosvalles.com)

Uno de los pilares del budismo y de la filosofía occidental de todos los tiempos, especialmente la existencialista,  es el concepto de impermanencia.  Todo está continuamente cambiando, desmoronándose, todo es temporal…  El polvo no cesa de depositarse sobre los muebles que acabo de limpiar, el óxido no deja a los metales tranquilos… El mantenimiento es indispensable porque la fuerza de la gravedad, que tira hacia abajo, no descansa ni un segundo.  Tenemos que estar muy atentos porque todo es pasajero.  Pero a veces nos pasamos, solamente vemos una cara de la moneda, la entropía, el apagarse de todo lo que existe, porque también al mismo tiempo la realidad se está construyendo, naciendo, creciendo. Es la danza del Ying y el Yang. Vallés es iconoclasta, heterodoxo, lo cual le hace muy interesante porque hace visible aspectos de las doctrinas que la rutina hace intocable.  Aquí está su cuento: