Naranjas y plátanos
Uno de los problemas que continuamente se nos presenta a las personas es que pedimos a los naranjos que den plátanos. Es una meta imposible, los naranjos siempre darán naranjas y jamás darán plátanos, por mucho que lo deseemos es un objetivo fuera de nuestro control y si persistimos en conseguirlo, deberíamos hacernos la idea de que nos podemos sentar tranquilamente a esperar durante mucho tiempo porque es una meta absurda. Nos empeñamos en pedirle a los perros que aprendan a maullar y a los gatos que intenten ladrar: metas irracionales. Pero esta misma conducta disfuncional la hacemos extensible a otros aspectos de nuestra vida. Suponga que tiene dos amigos. Uno de ellos es una persona muy ordenada y poco flexible. Lleva la cuenta del día de su santo, cumpleaños, de usted y de todos sus amigos, es un magnífico contable con el carácter cuadriculado. El otro amigo es un bohemio, extravertido, simpatiquísimo y de enorme desorden. Suponga que usted tiene un grave problema y se le ocurre llamar a las tres de la madrugada a uno de ellos para que le aconseje. ¿A quién llamará? ¿A la persona ordenada que se acuesta exactamente a las once de la noche o al bohemio que no sabe en qué hora vive? Si se le ocurre llamar al primero, lo más probable es que ni le coja el teléfono, está completamente dormido. No le puede pedir que le aconseje o consuele a las tres de la mañana. Imagine que quiere irse una noche de juerga ¿A quién invitará? ¿Al contable que, a las diez de la noche tiene sueño y se tiene que levantar temprano al día siguiente… ¿ No se le ocurra pedirle que trasnoche, es algo que no puede darle. Por el contrario, si tiene un problema de fiscalidad con hacienda, lo más probable es que la persona indicada para ayudarle sea la primera.