Una buena técnica de autoestima: autoaceptación específica incondicional
Si tomamos una hoja de papel y le acercamos una cerilla encendida, el papel generalmente arderá; si tomamos un objeto de hierro y le acercamos otra cerilla, el hierro no se inflama. Es el mismo fuego, pero los materiales son distintos. A unas personas la crítica, ya sea de los demás o de uno mismo, los ataques de los otros les ponen fuera de sí. Y sin embargo, a otras personas les deja indiferente. El mismo fuego, consecuencias distintas. ¿Qué podemos hacer para conseguir que las críticas de los demás no afecten a nuestra autoestima? ¿Cómo convertirnos en hierro que el fuego no pueda quemar?
Cuenta un relato oriental que un padre envió a su hijo a un maestro para que le enseñara a controlar la ira. El maestro y el alumno llegaron a un acuerdo: el maestro le insultaría de vez en cuando y el joven discípulo le pagaría por cada insulto unos céntimos, pero si se enfadaba con el insulto le tendría que pagar cien veces más. Tras unos meses, el maestro consideró que el discípulo ya estaba lo suficiente mente formado y que podía marcharse a la ciudad. Así lo hizo el joven y en las puertas de la ciudad unos personajes comenzaron a insultarle. Le llamaron de todo pero el chico no hacía sino reírse, al preguntarle por qué se reía el joven les contestó: “He tenido que pagar para que me insulten y ustedes lo hacen gratis”. Entonces le dijeron: “Puedes atravesar las puertas y entrar en la ciudad, la ciudad es tuya”. Esta es una forma clásica de que las críticas no nos afecten, quitarles importancia. Pero existe otra técnica que también es muy potente.
En el idioma español existe una diferencia muy sutil entre los verbos ser y estar. El verbo ser indica algo esencial de la persona y que la abarca completamente, globalmente y al mismo tiempo, algo que no se puede cambiar: soy blanco, soy alto, soy español. El verbo estar sin embargo, añade el matiz de algo pasajero de la persona: estoy enfermo, estoy arruinado, estoy cansado. Ahora sí estoy enfermo, pero es posible que mañana la situación sea distinta. Cuando decimos “soy pobre” en vez de “estoy en una situación apurada”, caemos en la trampa del confundir ser y estar.
Una de las características de las críticas que nos lastimen tanto es que utilizan el verbo ser. Eres imbécil, soy un inútil, soy un desgraciado. Estamos globalizando y etiquetando a toda la persona con ese elemento negativo. La Autoaceptación Específica Incondicional (AEI) se basa en que acepto lo que la otra persona me está criticando, pero solamente como algo específico, parcial, de mi personalidad. Estoy de acuerdo en lo que me dicen que hago mal, pero defiendo que no toda mi persona tiene esta característica. La calificación global de una persona o cosa utilizando el verbo ser significa literalmente que es una característica de la persona o cosa que nunca jamás se quitará de encima. Por ejemplo: una persona afirma que “eres una mala madre”, o me digo a mí mismo que soy “un ser humano deficiente”. Le podemos contestar: “Estoy completamente de acuerdo contigo, hay aspectos de mi personalidad como madre que debería mejorar, es más, tengo muchas carencias como madre y en muchos aspectos quiero cambiar”.
No nos estamos enfrentando a la otra persona ni refutando sus opiniones. Estoy de acuerdo con ella en que “una parte” de mi actuación como madre pueda estar equivocada. El diálogo puede ser parecido a este:
- Entonces tienes que sentirte muy mal y bastante culpable.
- Por supuesto. Me he sentido muchas veces fatal y muy culpable.
- Así que admites que eres una estúpida perdedora.
- Claro que sí. Hay muchísimas personas mucho más inteligentes que yo. De hecho, creo que debe haber millones de personas más listas que yo.
- Estás desperdiciando tu vida.
- Eso es lo que yo mismo me digo algunas veces, que hay en mi vida momentos en que estoy perdiendo el tiempo.
Estoy aceptando mis limitaciones, estoy aceptando que soy un ser humano, que no soy Dios ni soy perfecto, que hay aspectos de mi personalidad que debo cambiar, y no pasa absolutamente nada. Estoy derrotando a la crítica sometiéndome a ella. Y es una técnica basada en la realidad, todos los humanos nos equivocamos y tenemos imperfecciones, pero eso no significa que toda mi personalidad sea un desastre; esa afirmación es una exageración globalizadora errónea.
Nos aterroriza mostrar nuestros puntos flacos y débiles. Nos aterroriza que nos digan que somos del montón, o inferior a otra persona. Nadie quiere ser “vulgar”, pero en la medida que aceptemos que una parte de nosotros es del montón, inferior, vulgar, ¡qué peso se nos quita de encima! ¿No le suena a la vieja historia de que quien pierde su vida la ganará? Es ganar, perdiendo.
En el fondo estamos distinguiendo entre la autoaceptación sana y la patológica. La Autoaceptación Sana (AS) acepta el hecho de que tenemos algunos defectos específicos, rechazo que carezco globalmente de cualidades. Es normal tener defectos, forma parte de la naturaleza humana. Tengo defectos y carencias, lo acepto, pero no tengo un gran defecto único y global. No soy un caso perdido. Conservo el espíritu de respeto hacia mí mismo. Puedo cambiar y crecer. Los humanos aprendemos con los errores.
La Autoaceptación Patológica (AP) opina que uno es un ser humano deficiente, global y completamente, que mis defectos son inaceptables, merecedores de total repulsa y del infierno, me siento despreciable. No existe esperanza ni perdón, no hay espacio para crecer, he perdido toda la esperanza y me abandono del todo, no puedo cambiar.
NOTA. He tomado esta técnica de Burns: Autoestima en 10 días. Ed. Paidós Autoayuda. Manual que recomiendo encarecidamente. Se debe usar esta técnica cuando ya exista en la persona una base de autoestima. Si la persona es muy vulnerable, no está capacitada todavía para llevarla a cabo.
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