Sobre la impermanencia
Me encanta Carlos G. Vallés, jesuita. Es una persona con un espíritu vibrante de entusiasmo, de vida, de afán de aprendizaje y servicio. Y esto no es fácil de encontrar en las personas con más de cincuenta años. No digamos a los ochenta. Recomiendo su web (http://www.carlosvalles.com)
Uno de los pilares del budismo y de la filosofía occidental de todos los tiempos, especialmente la existencialista, es el concepto de impermanencia. Todo está continuamente cambiando, desmoronándose, todo es temporal… El polvo no cesa de depositarse sobre los muebles que acabo de limpiar, el óxido no deja a los metales tranquilos… El mantenimiento es indispensable porque la fuerza de la gravedad, que tira hacia abajo, no descansa ni un segundo. Tenemos que estar muy atentos porque todo es pasajero. Pero a veces nos pasamos, solamente vemos una cara de la moneda, la entropía, el apagarse de todo lo que existe, porque también al mismo tiempo la realidad se está construyendo, naciendo, creciendo. Es la danza del Ying y el Yang. Vallés es iconoclasta, heterodoxo, lo cual le hace muy interesante porque hace visible aspectos de las doctrinas que la rutina hace intocable. Aquí está su cuento:
“Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple, repleto de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y una silla. “¿Dónde están sus muebles?”, preguntó el turista. El sabio contestó la pregunta con otra pregunta: “¿Y dónde están los suyos...?” – ¿Los míos?”, se sorprendió el turista. “¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!! – “Yo también”, concluyó el sabio.”
La primera vez que recibí este cuento, me gustó y lo puse en mi página. La segunda y tercera, lo dejé pasar tras el debido agradecimiento. Pero ahora, la cuarta vez, me ha ocurrido algo. Me ha ocurrido que ya no me ha gustado. Es decir, me ha divertido, pues es un buen cuento, pero lo que pasa es que ya no estoy de acuerdo con él. Estoy más alerta a vivir el presente, y resulta que este cuento me saca del presente. Me hace estar de paso en la vida, sentirme turista en la tierra, ignorar el presente. Me hace perder contacto con la realidad, proyectarme al futuro, dejar de ser yo mismo. Ya sé que mi querida Santa Teresa estaba de acuerdo con el sabio egipcio y llamaba a esta vida “una triste noche en una mala posada”, pero, sea lo que sea la noche y la posada, es lo que Dios me ha dado y lo único que aquí tengo y pienso sacarle el mayor fruto posible. Es verdad que todo pasa, pero por ahora estoy donde estoy y considero mi deber pasarlo bien donde estoy. Ya que es solo una noche, vamos a animarla un poquillo. A la vida no se la gana insultándola. La tierra es mi hogar, esta vida es mi vida, y lo que haga hoy es lo único que puedo hacer hoy. Quiero tener muebles.
Y es que además necesito estanterías para mis libros. Hasta el sabio egipcio nos dicen que tenía el cuarto repleto de libros. Un turista de paso no los tendría. A lo mejor, cuando me enviéis el cuento por quinta vez, me vuelve a gustar.”
Tendemos a resistirnos al cambio que hace desmoronarse a nosotros y a lo que nos rodea, es un aspecto amenazante de la vida, y a menos que sea para algo que nos guste, lo pasajero de todo, es algo inquietante. No podemos decir ahora, en este instante ya ha pasado. No podemos hacer pie en el presente que continuamente se está escapando. Hay que buscar cómo disolver el aspecto aversivo de la temporalidad, aprender de él e integrarlo como algo enriquecedor en nuestras vidas.
El otro día estuve comiendo con algunos compañeros del colegio. Todos los demás, excepto yo, es asombroso como nos engañamos, parecen mayores: pelos grises o sin pelo, bocas desdentadas, pieles flojas y barrigones. No me agradan esos cambios, pero el resistirse es inútil, es algo incontrolable y lo incontrolable tiene dos vertientes: o amargarnos y hacernos sentirnos peor o convertirnos en magos. Hay que graduarse y aprobar la asignatura de convertirnos en magos que nos enseña a aprovechar enriquecedoramente la temporalidad de todo lo existente.
Fíjese en algo que está sucediendo en sí mismo, su respiración por ejemplo. Cada instante se sucede al siguiente, algo se desvanece, desaparece, pero al mismo tiempo, en cada instante, algo nuevo está naciendo, apareciendo. ¡Qué de finales y comienzos! ¡Qué danza tan increíble! Levantémonos con dignidad en cada instante, vivamos el aquí y ahora, saboreemos la libertad que tenemos para crear. Y sin ansiedades patológicas, preparemos, posibilitemos el despliegue del propósito divino en todo el universo; construyamos una nueva realidad. ¡Eres así de importante! como afirma Eckhart Tolle.
Nunca había oído esta palabra: impermanencia. Pienso que hay cosas que sí permanecen. Muchas!. Lo único que no permanece es el tiempo, que transcurre inexorable.
ResponderEliminarAversivo: otra palabra que no había oído.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Pasar haciendo caminos. Y el que pasa y abre camino de algún modo permanece.
Las personas permanecen. Las que dejan huella, las que producen frutos, bien del intelecto bien del corazón.
Permanecen las personas por sus obras. Unas buenas, otras no tanto.
Para el que nada permanece es que no tiene cabeza o no tiene corazón. O ninguna de las dos cosas.
Saludos
Estimado treintaytrés.
EliminarImpermanencia significa que todo lo que comienza, más o menos pronto, termina. Es una de las característica problemática de la vida: todo es temporal. No podemos decir "ahora", pues al pronunciarlo ya indica otro "ahora", ya ha pasado. Las huellas, con el tiempo, también se borrarán. Es frecuente que nos angustie, pues tenemos hambre de algo que no sea temporal, pero en la esfera de lo intramundano no existe. Aversivo significa que no me gusta. Es vocabulario de psicología. Saludos.