Naranjas y plátanos
Uno de los problemas que continuamente se nos presenta a las personas es que pedimos a los naranjos que den plátanos. Es una meta imposible, los naranjos siempre darán naranjas y jamás darán plátanos, por mucho que lo deseemos es un objetivo fuera de nuestro control y si persistimos en conseguirlo, deberíamos hacernos la idea de que nos podemos sentar tranquilamente a esperar durante mucho tiempo porque es una meta absurda. Nos empeñamos en pedirle a los perros que aprendan a maullar y a los gatos que intenten ladrar: metas irracionales. Pero esta misma conducta disfuncional la hacemos extensible a otros aspectos de nuestra vida. Suponga que tiene dos amigos. Uno de ellos es una persona muy ordenada y poco flexible. Lleva la cuenta del día de su santo, cumpleaños, de usted y de todos sus amigos, es un magnífico contable con el carácter cuadriculado. El otro amigo es un bohemio, extravertido, simpatiquísimo y de enorme desorden. Suponga que usted tiene un grave problema y se le ocurre llamar a las tres de la madrugada a uno de ellos para que le aconseje. ¿A quién llamará? ¿A la persona ordenada que se acuesta exactamente a las once de la noche o al bohemio que no sabe en qué hora vive? Si se le ocurre llamar al primero, lo más probable es que ni le coja el teléfono, está completamente dormido. No le puede pedir que le aconseje o consuele a las tres de la mañana. Imagine que quiere irse una noche de juerga ¿A quién invitará? ¿Al contable que, a las diez de la noche tiene sueño y se tiene que levantar temprano al día siguiente… ¿ No se le ocurra pedirle que trasnoche, es algo que no puede darle. Por el contrario, si tiene un problema de fiscalidad con hacienda, lo más probable es que la persona indicada para ayudarle sea la primera.
Frecuentemente pedimos a nosotros mismos, a los demás, a la vida, elementos que no nos pueden ofrecer. En todo aquello que nosotros no podemos controlar, podemos tener preferencias, pero de ninguna manera exigencias absolutas. Me gustaría que los naranjos dieran plátanos, sería bonito, sería estupendo… Es algo que cae dentro de la fantasía, del capricho, pero si hago de ese deseo una exigencia absoluta para estar bien y contento, imprescindible, indispensable, dogmática, en vez de una mera preferencia, lo mejor es que empiece a darme cabezazos contra la pared porque posiblemente mi frustración será muy grande.
Bajemos el listón de nuestras exigencias absolutas y dogmáticas; frecuentemente pedimos garantías de inmunidad y seguridad absoluta al mundo caótico que nos rodea. Es una tarea imposible de conseguir. Además, cuando tenemos exigencias absolutas estamos incumpliendo dos principios básicos para nuestro equilibrio emocional y consciente. Uno: “Eso” que deseo de una manera absoluta, no es indispensable para llevar una vida buena. Dos: El no tener “eso”, no disminuye mi valor como persona.
Me encantaría tener un Ferrari como el que conduce Fernando Alonso, me gustaría jugar al tenis tan bien cómo Nadal o al golf cómo Ballesteros o ser tan millonario como Botín… Deseos que seguramente a muchas personas se le pasan por la cabeza. Generalmente no depende de nosotros; no perdamos ni un segundo en pedirle a la vida que nos conceda esos caprichos, son simplemente “fantasías”, “podría ser estupendo”, etc., pero nada más. Esto no significa que usted no tenga sueños, metas ricas a las que dirigirse, ni que se rinda ante las dificultades, pero que no se pida a usted mismo, a los demás, a la vida, cosas que todos ellos no pueden darle. Metas irracionales que le crearán, no lo dude, tendencias neuróticas muy desagradables porque en esencia, somos como pensamos. De ahí, la importancia de estar muy atentos a nuestros pensamientos: ellos son en gran medida los que originan nuestros sentimientos y conductas. Podemos hacernos cargos de nosotros mismos. No podemos cambiar todavía muchas circunstancias de nuestra vida: el clima, la dirección del viento; pero podemos hacernos cargo de nosotros mismos, de nuestras actitudes y reacciones porque como afirmaba el amigo Buda: “Los que consideran lo esencial como no esencial y ven lo no esencial en lo esencial, esos, que están en el campo de los pensamientos incorrectos, no alcanzan lo esencia”.
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