martes, 15 de abril de 2014

Folleto 57

Prisioneros

La personalidad sana se puede sintetizar en la capacidad para elegir entre dos palabras: “SI” y “NO”
Aprender a decir “SI”, a todo aquello que es vida.
Aprender a decir “NO”, a todo aquello que es muerte.

Podremos profundizar que es lo que hay detrás de cada una de ellas porque estas dos palabras vendrán disfrazadas de mil formas distintas, con cientos de facetas diferentes, con multitud de caras que no reconozcamos, pero al final, las teorías y problemas más complejas se reducen a elegir entre el “SI” y el “NO”.

Recuerdo que en la primera comunión recitábamos una antigua oración, hoy diríamos que mítica, en la que afirmábamos, “Renuncio a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo seguir siempre a Jesucristo.”   Elegir entre el SI y el NO.  Elegir ser esclavo o elegir ser libre.

El gran pensador ruso Ouspensky, comentando a su mentor Gurdjieff, solía decir: “Si un hombre está prisionero, el primer paso que debe dar para escapar de su prisión es darse cuenta que está prisionero.  Si cree que está libre, no hará nada por cambiar su situación.  Nadie puede liberarle por la fuerza, en contra de su voluntad.  Si la liberación es posible, solamente se puede hacer a costa de un gran esfuerzo y un esfuerzo correctamente dirigido, pero antes debe darse cuenta que es un prisionero”.

Estamos prisioneros de matrimonios infelices, trabajos penosos, vivimos en sitio que no nos gustan, encadenados a religiones o ideas políticas obsoletas; prisioneros de la culpa, la amargura, el miedo, la envidia.  Cada persona puede buscar de qué está prisionero, qué le ata, y ese es el primer paso para intentar la liberación.  Tener el coraje de decirle NO a esa situación y buscar la manera de encontrar el SI, a otra forma diferente de vivir.

La sabiduría ordinaria nos muestra que las maneras convencionales de vivir están repletas de sufrimiento.  La sabiduría práctica se inicia cuando una persona admite que debe existir una mejor manera de vivir y se compromete a dar con ella.  De esta manera empieza la búsqueda del despertar.

¿Por dónde empezar?

Cuando uno se corta un dedo, tiene un poco de fiebre o dolor de cabeza, en casa tenemos un verdadero arsenal de soluciones médicas: tiritas, vendas, betadine, aspirinas y cientos de medicamentos que nos pueden sacar de un apuro.  Sin embargo, cuando estamos de mal humor, cansados, amargados, tristes… parece que no tenemos nada a mano. Nuestro almacén de remedios contra estas contrariedades suele estar vacío. Vamos a intentar conocer cuáles son nuestras heridas principales a lo largo del día para procurar tener, al menos, remedios caseros contra estas lesiones psíquicas.

Tome un cuaderno y apunte las trampas principales en la que solemos tropezar diariamente:
(1) Mal humor, enfado. (2) Miedo, preocupación. (3) Ansiedad. (4) Culpa, vergüenza. (5) Pérdidas, separaciones, tristezas. (6) Obsesiones. (7) Rumiaciones. (8) Agresiones, rechazos. (9) Soledad. (10) Derrotas, equivocaciones, frustraciones. (11) Comparaciones con los demás. (12) Baja autoestima. (13) Desgana, desinterés (14) Otras.

Apunte diariamente en cuál de estas trampas ha tropezado, dele una nota de intensidad del 1 al 10 y escriba las circunstancias en las que se produjo el acontecimiento.
  
Al cabo de una semana, ya tiene de donde partir y cuáles son sus dificultades principales.  El conocernos a nosotros mismos, nuestros puntos débiles y fuertes, es el comienzo del cambio para escapar de nuestra prisión.

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