Pensamiento positivo
Estamos rodeados del “pensamiento positivo”, bombardeados por todas partes de anuncios de piense positivamente: “Si lo intenta con ganas, si persigues tus sueños, si lo visualizas antes de dormirte, si te apasiona, si tienes suficiente fuerza de voluntad, si vences las dificultades, conseguirás el éxito: las cosas saldrán como tú deseas y por fin tendrás lo que querías”.
Un mensaje fantástico para las editoriales de autoayuda. Nos remueve por dentro para conseguir nuestros objetivos. Nos motiva fuertemente a luchar, pero…
Casi todo ese pensamiento es “Caca de Dinosaurio”. La Caca más grande que existe.
Casi todo es falso; nos hace colocar las esperanzas en conductas que cuando no funcionan y no dan los resultados que buscábamos, nos crean pensamientos de que somos débiles, que la culpa y el error es nuestro, en definitiva, que somos unos fracasados porque no nos esforzamos lo suficiente y el patinazo es culpa nuestra.
Es de sentido común, que si no trabajas duro, no conseguirás resultados, esos mensajes positivos tienen algo de razón, pero se le escapa un elemento esencial: nada de esto sirve si el elemento “suerte” no le acompaña. ¿Qué es la suerte? No lo sabemos. Llámelo suerte, destino, providencia, misterio, estar en el sitio y momento oportuno, como más le guste, pero hay un elemento todavía incontrolado que hace que la balanza se incline hacia un lado o hacia otro. Al éxito o no éxito. Es una buena noticia: no todo depende de usted, su autoestima no puede estar ligado al éxito o fracaso porque al final, la clave no depende de usted.
Sin el elemento suerte, las puertas continuarán cerradas por más que las golpee, visualice, se ponga de rodillas, haga el pino, trabaje hasta el agotamiento o masculle su mantra favorito. Son inamovibles.
La creencia de que el esfuerzo lo es todo, que el bien triunfará al final después de superar todos los obstáculos, que el bueno de la película derrotará al malo y se llevará a la preciosa pareja, es un pensamiento falso. Simplemente, el universo no funciona así.
Muchas personas no pueden soportar esta lucha, esta carga, esta visión descarnada y fea de la realidad y se vuelven y refugian hacia el mundo de Disney o en una religión pobre tapahuecos, mintiéndose a sí mismos en un mecanismo de defensa. El darse cuenta de que la vida puede ser inmisericorde, desagradable y muy dura, deprime a personas que están obligadas a permanecer dentro de ella.
Y, sin embargo, creo que no es motivo para perder la esperanza y caer en la depresión. Por supuesto que me gustaría ser millonario y rey de España, que las cosas fueran diferentes, que absolutamente todo dependiera de mí, pero tenemos que aprender a vivir con el hecho de que el universo no está para satisfacer mis “me gustaría” y mis preferencias.
La vida, a veces, es muy dura… ¿Y qué? No hay otras alternativas excepto ser todavía más duro y, dentro de lo posible, organizarnos, trabajar y hacerla más suave; pero incluso en su dureza, no permitiré que su acento áspero contamine mi estado de ánimo (por lo menos, mucho tiempo). Haré lo que tenga que hacer porque esa actitud me alimenta, me dirige hacia donde quiero ir, a pesar de los contratiempos. Seguiré mis sueños, mis metas porque no intentarlo por miedo al fracaso equivale a aceptar mi derrota sin una buena pelea. La victoria o el fracaso seguramente al final estarán fuera de mi control, pero una buena lucha de esas que levantan chispas, eso lo puedo hacer.
¿Qué puedo fracasar? Es posible, así es el juego de la vida; pero estoy seguro que lucharé por cada centímetro de terreno al enemigo. Si pierdo en la batalla le daré materia para escribir a los poetas épicos durante toda su vida.
No hacer nada por el mero hecho del miedo al posible fracaso, es una carga muy grande al final de la vida. El poder decir: lo intenté con todas las herramientas que poseía, es muy recompensante. Lo demás no depende de mí.
Y disfrute, respire, sonría. Usted vale mucho. Independientemente de lo que tenga, consiga o haga.
NOTA: Idea tomada en parte de Danielle Bolelli.
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