domingo, 26 de febrero de 2017

Folleto 111

Mi pareja está muy enfadada conmigo, ¿qué hacer?



Ante un estímulo desagradable, como por ejemplo, mi pareja enfadada conmigo, la conducta que solemos hacer es automática: defendernos (Ver folleto 105; SARR.  Sistema Automático Respuesta Rápida). Y nos defendemos  de dos formas fundamentales: atacando (contratacando) o huyendo. Ninguna de las dos son desgraciadamente todavía, las respuestas más evolucionadas para la vida en pareja y la vida en general.

Cuando nuestra pareja u otra persona está molesta o enfadada con nosotros generalmente  elegimos entre varias alternativas: callarnos y no hacerle caso, darle la espalda y abandonar el lugar, contraatacar con el “y tú más”, intentar razonar y comentarle educadamente por  qué motivo no tiene razón, presentarle excusas y asegurarles que mi conducta no volverá a repetirse  u otras respuestas parecidas…

Aunque alguna de estas respuestas pueden suavizar la situación, ninguna de estas conductas servirán para calmarla y disminuir profundamente la tensión entre ambos.  Solamente hay un remedio verdaderamente eficaz para tranquilizarla: Reconocer sus sentimientos.  Es lo que se denomina empatía. 

Empatía es la habilidad de comprender lo que otra persona está sintiendo y los motivos, racionales o no para mí pero si racionales para ella, que causan dichos sentimientos.  No significa estar de acuerdo, sino comprender, y hacerle saber, que dados sus motivos, su reacción es completamente lógica. Es lo que la sabiduría popular gráficamente llama “colocarnos los zapatos del otro y andar un par de kilómetros con ellos”.

Aparentemente parece una paradoja decirle a una persona enfadada que sus sentimientos son razonables (bajo su punto de vista) la podría molestar todavía más, pero por el contrario, cuando reconocemos desde la empatía sus sentimientos, el fuego comienza a apagarse.

Cuando estamos enfadados, heridos, de mal humor por algo desagradable que nos ha sucedido, la mejor medicina para calmar el dolor es la comprensión de otra persona que puede entender por qué nos sentimos de esta manera. De alguna forma profunda, nos sentimos acogidos, acompañados, y el milagro del comienzo  de la curación y el cerrarse la herida empieza a actuar.

La dificultad es que este comportamiento no es una conducta automática, sino que es relativamente nueva en la evolución de nuestro cerebro y como todo lo nuevo al comienzo cuesta mucho trabajo asimilarla hasta hacerla un buen hábito.  No es fácil. Se necesita mucho ejercicio y entrenamiento, porque como comentaba Homero: “Los hombres se cansan antes de dormir, comer, bailar,  que de hacer la guerra”.

Los pasos que hay que dar son los siguientes:

1. Dejar que la persona enfadada explique lo que le ha ocurrido, así tendremos la información de todos los hechos y además obtiene nuestra atención 
2. Parafrasearle, explicarle, lo que le ha sucedido, que sienta que  hemos entendido sus motivos (independientemente que pensemos que esté equivocada), que hemos captado su punto de vista.
3. Que comprendemos sus sentimientos. Podemos especificar los tipos de sentimientos que le están sobrecogiendo y que dado sus motivos, son perfectamente razonables
4. Si no está de acuerdo con la reacción de esa persona, explique su punto de vista para que ella intente también empatizar con sus motivaciones.

Por ejemplo: “comprendo que estés enfadada porque he llegado a la cita media hora más tarde. Entiendo cómo te sientes: piensas  que tú no me importas, con otras personas llegarías puntual, te sientes frustrada y de mal humor. Te estás diciendo que ni estoy interesado por ti ni te respeto... Pero es que mi reloj se ha parado…”

Generalmente los conflictos interpersonales más que por mala intención son ocasionados por problemas de comunicación, mala información y errores de apreciación.  Si hay generosidad por ambas partes, la empatía es la mejor medicina para curar las heridas, el mal humor, la desavenencia entre las parejas. Es un hábito que todas las parejas, y todas las personas, deberíamos aprender.

NOTA: Ideas tomadas de Guy Winch.  Psichology today.

No hay comentarios:

Publicar un comentario