domingo, 23 de abril de 2017

Folleto 116

Psicología y resurrección



El pasar de una etapa de crecimiento a otra, suele doler. Cambiar de piel, cambiar el traje de primera comunión por el de persona mayor, no es sencillo. Abandonar una forma de ver el mundo, una cosmovisión, por otra distinta cuesta mucho trabajo. Y muchas lágrimas. Y muchos amigos.

El transitar de la religión mágica a la mítica y de esta a la racional y postracional, es un gran viaje. Un viaje en el que perdemos elementos que nunca recuperaremos pero en el que al mismo tiempo ganamos otros que nos aportan mucha riqueza y nos ayudarán a vivir mejor. El destetarse, el dejar de ser niño con todas las ventajas que conllevaba, es lanzarse al vacío, es dejar el nido y echarse a volar. Pero solo vuelan los esforzados y valiente que se atreven a dar el paso. Cuando uno viaja en avión de España a USA, hay que adaptarse a la hora local, que es distinta en ambos sitios, y si no se hacen las trasposiciones adecuadas, se queda uno fuera de juego. No vale mirar hacia atrás: hay que respirar hondo y seguir hacia delante, no hay otra salida. O nos convertiremos en estatuas de sal, petrificados.

Pero algo en nuestro interior nos dice que tenemos que comenzar el viaje;  algo similar deben sentir las aves que tienen que emigrar al final de una temporada: es una desazón que te hace sentirte incómodo donde estás, el viento te trae el rumor de otro relato porque el actual no funciona del todo correctamente y se está volviendo irrelevante con el mundo que te circunda.

Desde la psicología, esta torturante insatisfacción con la vida no es un signo de “enfermedad mental”, ni un indicio de inadaptación social, ni un trastorno del carácter; simplemente es el desarrollo de una inteligencia, de un carácter, que evoluciona, que crece.

Los cristianos celebran en estos días las fiestas de la Resurrección de Jesús. Es una época alegre que coincide con el comienzo de la primavera y el resurgir de la vida que aparentemente estaba dormida y coincide con las fiestas cristianas de la Pascua de Resurrección.  Hasta hace aproximadamente 250 años, la resurrección de Jesús era algo comprendido literal y físicamente. Una persona estaba muerta y en tres días pasa a la vida.

Basándose en esa historia, antes que pasaran cuatro siglos, aquella secta desgajada del judaísmo había ejercido su influencia sobre todas las estructuras políticas del Mediterráneo y con el tiempo, todo el arte occidental, la arquitectura y la música se desarrollarían al servicio de aquel movimiento

¿Qué sucedió realmente para que esos hombres abandonasen los pilares judíos del Sábado y el Templo y se dedicaran a expandir una nueva doctrina?

No lo sabemos con certeza. Conocemos los resultados pero no la causa última. Lo que sí sabemos gracias a la crítica histórica objetiva es a distinguir el polvo de la paja.

La maduración de la persona, la evolución psíquica basándose  en  textos bíblicos tomados literalmente y que expresan cosmovisiones de hace dos mil años, es actualmente imposible. Solamente es factible a través de la interpretación hermenéutica de dichos textos, no de los hechos relatados, casi siempre expresados de forma mítica, sino de la información metahistórica revelada por la narración; hay que ir más allá de la literalidad del texto; así Daniel en la cueva de los leones es  un símbolo que nos representa a una persona rodeada de nuestros instintos agresivos (1).

La hermenéutica es la técnica de la comprensión; es el arte de explicar, traducir e interpretar textos, desentrañarlos y hacerlos más comprensibles a la visión actual del mundo y se ayuda de distintas disciplinas como la psicología, filología, crítica literaria, historia, antropología, etc. Su nombre proviene del dios  Hermes, el mensajero, al que los griegos atribuían el lenguaje y la escritura, y al que consideraban patrono de la comunicación y el entendimiento humano. La hermenéutica nos revela que los sentimientos  de personas de hace dos mil años, una vez quitada la paja, pueden ser en algunos aspectos muy similares a las  actuales. Sentían ira, temor, tristeza, alegrías, etc., como un hombre cualquiera hoy día. Con algunas de sus formulaciones podemos diferir, pero en las más radicalmente esenciales, podemos estar de acuerdo. Todos querían ser felices, no sufrir, tener libertad, no pasar hambre ni enfermedades, tener una vida plena. La ropa para librarse del frío podía ser distinta a la nuestra, pero todos pasamos frío. La hermenéutica nos ayuda en esta tarea para diferenciar lo esencial de lo accidental y llegar a lo perenne.

Si el cristianismo tiene posibilidades de seguir siendo una doctrina viva en los próximos siglos, debe superar las formulas tradicionales de confesión de su fe  porque hoy han cesado de tener sentido y debe superar esos estrechos límites que lo aparta de la revolución científica que comienza con Copérnico; debe redefinirse para no quedar apartado de las realidades del mundo moderno y no quedar relegado a una secta replegada sobre sí misma.

Lo fundamental del relato de la resurrección de Jesús es la apuesta de un grupo de personas que estaban completamente desmoralizadas tras la ejecución de su guía, que “Lo de Jesús sigue en pie”, y “no todo ha concluido con su muerte”; que merecía la pena continuar y expandir esa forma de pensar. Todo lo demás es mito.

Los mitos son herramientas didácticas extraordinarias. Nos revelan profundas verdades sobre la experiencia humana. Afirman valores, amplían nuestra imaginación, ofrecen nuevas visiones sobre nuestras elecciones, errores, debilidades, pasiones y deseos. Pero son simplemente grandes relatos.

Es importante para nuestro desarrollo integral que los entendamos como lo que son.

Y lo que no son.

NOTA (1): Anselm Grün. Evangelio y psicología profunda

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