domingo, 13 de agosto de 2017

Folleto 126

Identidad y equilibrio emocional (III)


¿Qué hacer? ¿Cuál es mi papel en la existencia?


Recopilando el folleto anterior, postulamos que valemos mucho simplemente porque estamos vivos, porque existimos,  pero… ¿Somos un mero producto del azar con el que colaboran nuestros padres? 

El azar es un cajón de sastre donde introducimos todo lo que no entendemos. Es aquello que todavía no se puede explicar con el actual avance de la ciencia, pero es un campo donde se permiten las apuestas, las especulaciones.

Aparentemente la carta que he recibido esta mañana la ha traído el cartero, pero profundizando un poco, detrás del cartero, indirectamente, hay un mundo enormemente complejo que ha hecho posible que esa carta llegue a mis manos.

La vida, directamente, me ha sido dada por mis padres; indirectamente existe una cadena inmensa, enormemente compleja, que ha desembocado en mi nacimiento.

No conozco con certeza matemática quién, en último término más allá de mis padres, me ha creado, pero apuesto a que ha sido alguien, algo, al que llamo El Misterioso. La Vida. Dios.

A todo esa serie de conjuntos que se nos escapan por complejidad e inmensidad, le podemos llamar Cadena del Ser, Misterio, Dios... el nombre es lo de menos. Lo esencial es profundizar y no quedarnos solamente en la superficie, en lo directo, en lo inmediato. En la saga de La guerra de las galaxias le llaman La Fuerza; otra vez, el nombre es lo que menos importa, lo realmente interesante es la apuesta reverente por estar abierto a ese Misterio que nos ha dado la existencia.

El concepto Dios es el Misterio, el fundamento del ser, fundamento de la existencia, en el cual nacemos, vivimos y morimos. Es la respuesta al grito existencial, angustioso e interrogante básico del ser humano que se pregunta quién soy yo, cuál es mi papel en la vida y qué es triunfar. Todas las religiones no son sino los dedos que apuntan hacia la luna. No confundamos la mano con la meta.

Cómo se define al Misterio, a la palabra Dios, es la historia evolutiva de un  relato que va tomando distintas vestiduras a lo largo de la evolución y refleja distintas etapas de la formación de la mente humana y de la sociedad. Se podría hacer un paralelismo con la evolución de la persona que marca Piaget (preoperacional, operaciones concretas y formales), el de la sociedad de Compte (teológico, metafísico, científico), o los estadio evolutivos del razonamiento moral de Kohlberg  (preconvencional, convencional y postconvencional).

Desde un concepto de Dios pre-racional (mágico, tótem, supersticioso), a una figura racional (mítico y teista) y post-racional y post-teista (abstracta) su imagen y evolución refleja el devenir humano. Cada etapa supera e integra a la anterior. Desde un Dios Juez y Rey tapahuecos, Deus ex machina, que rige el universo e interviene en la historia directamente, a la inmadura regresión a la etapa infantil que confía y acude al padre todopoderoso como cuando era un niño y tenía problemas, de Freud, a una posición coherente con la evolución científica del último siglo y que siguiendo al teólogo Paul Tillich, lo describe simplemente como “fundamento del ser, de la existencia” y del que poco se puede afirmar, simplemente apoyándose en la teología negativa de lo que no es. No hay símbolo que complete lo que Dios es, las ideas simplemente apuntan al Misterio no a definir esa realidad que únicamente es perceptible para una mente no conceptualizadora y solamente puede ser descrita con parábolas y silencio porque hablamos de Dios con los signos, lenguajes y medios de nuestra condición humana. La identidad del Misterio cambia con la evolución de histórica. La forma de entender al Misterio, al ropaje de Dios, cambia a medida que maduran los humanos.

Nuestro contacto directo con el Misterio es imposible (estamos en distintos planos), tenemos que disfrazarlo para poder dialogar con Él. Mediatizarlo. En las películas de hombres invisibles, estos tienen que ponerse una ropa para que le demos forma, para tener enfrente un “tú” con el que dialogar. Esa es la limitación de nuestra capacidad y la inmensidad del Misterio.

Y lo disfrazamos con las mejores cualidades humanas y elementos terrestres. Dios es el sol, la luna, las estrellas, el rey todopoderoso, el padre, la madre, etc. Y acciones de la historia que salvan (el paso del mar rojo, la lotería que nos toca). A medidas que crecemos lo hacemos abstracto: Verdad, Bien, Belleza, la Zona Blanca.

Dios es la formalización, la concreción de todas las aspiraciones humanas, de toda respuesta en clave de salvación a los anhelos de los hombres. Nos libra de los opresores, nos indica el camino de la liberación.

Indudablemente hay quienes no quieren apostar por esta apertura “poética” de la existencia, afirman que no lo necesitan y sostienen que apostar es una ingenuidad regresiva e infantil que habría que examinar psicoanalíticamente. Y no se les puede reprochar porque muchas veces están en lo cierto, esa creencia se puede  convertir en una conducta patológica o semipatológica, pero no siempre. Hay quienes pretendiendo lavar al niño lo arrojan por el sumidero. Yo defiendo que hay algo más; me gusta apostar porque aunque la respuesta no posee una certeza matemática (de lo contrario no sería apuesta), tampoco es una elección del todo irracional; el viento me trae indicios, el susurro de un relato, de una corriente omniabarcadora que atraviesa y unifica la totalidad del cosmos, del universo, y cuya realidad no deja el menor asomo de duda en el corazón de los que lo han experimentado, como afirma Wilber.

Canta un salmo que:
 “Aunque  tomare unas alas y volare hasta el alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra”. 
La posibilidad de apertura al Misterio no tiene fronteras, ni distancias.

Apoyándonos en todo lo anterior, lo esencial del mensaje y las acciones por las que apostamos nos dice que preparemos puentes donde existen tantas zanjas. Que reunamos lo separado, que estamos llamados a servir a una comunidad grande o pequeña, intentando posibilitar el despliegue del propósito “divino” en todo el universo (Erkhart).

La esencia del Misterio  por el que apostamos está constituido por la Bondad, Verdad y Belleza; que estamos llamados a ser testigos de que otro mundo es posible donde imperen estas normas y que todas nuestras acciones tienen que pasar este triple filtro. Nunca comprometeremos nuestra identidad saltándonos estos principios: nosotros no hacemos eso;  hasta que un día consigamos arribar al hogar de una mente despierta, a una morada que tanto habíamos anhelado y donde la alienación parezca absurda, la discordia carezca de sentido.

Usamos un lenguaje mítico, analógico, metafórico, porque no tenemos palabras para formalizar todas estas ideas, pero nuestra misión en la vida es definida por la filosofía perenne como un servicio a nosotros y a nuestro entorno. En frases famosas: “Estamos aquí para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar nuestra alma”. Traduzca la fuerza y el poder de este vocabulario a palabras y conceptos del s. XXI y podrá responder a la pregunta existencial básica sobre cuál es nuestro papel, nuestra misión en la vida.

Continuaremos en el próximo folleto sobre qué es triunfar.


(*) Imagen de entrada tomada de: https://svs.gsfc.nasa.gov/12937

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