domingo, 18 de diciembre de 2016

Folleto 101

Cuento de Navidad (I)



El corazón humano está dividido en dos partes: una mitad corresponde al desarrollo de la persona; la otra mitad al desarrollo, a la ayuda hacia los demás.
El incidir solamente sobre una mitad nos desequilibra, nos ocasiona mutilaciones.

La contemplación de la mitad que corresponde a los otros nos define como seres sociales, una de las características fundamentales del hombre. Su maduración psicológica le pide pertenecer a una tribu, a un grupo, a estar en contacto con otros.

La soledad no querida es una de las mayores cargas que tenemos; el ostracismo en Roma, ser expulsado de la comunidad, era una de los mayores castigos que se podían infringir a una persona. El pertenecer a una comunidad que nos ayude en los malos momentos, que nos acoja, que nos ofrezca apoyo, es un recurso inestimable. De hecho el pertenecer a una tribu, se llame como se llame es uno de los fundamentos de las religiones, de los grupos políticos, de las asociaciones en general. Por encima de las creencias, el pertenecer a un grupo con el que congeniamos y compartimos ideas básicas es de un gran efecto terapéutico y nos posibilita el bienestar y el desarrollo personal.

“Fernando era el director de un hospital de niños enfermos en una importante ciudad. En víspera de la Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse pues era tarde y en su casa lo esperaban  para la cena de Nochebuena.

Hizo un último recorrido por las salas, para asegurarse de que  todo quedaba en orden, y en eso estaba, cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón. Se volvió y descubrió que uno de los enfermitos andaba detrás suya. En la penumbra,  lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando contempló su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.

El niño se acercó a Fernando y le rozó la mano:

-Dile a…-susurró el niño-, Dile a alguien, que yo estoy aquí.

El libro de los abrazos.
Eduardo Galeano

¡Feliz Navidad para todo el mundo!


(*) Imagen de entrada: Yin y yang.

No hay comentarios:

Publicar un comentario