Pensamientos negativos (I)
Identificar nuestros pensamientos distorsionados (ya sean negativos o exaltados) nos hace posible controlar nuestros sentimientos y conductas. Todos tenemos estos tipos de creencias en diferentes épocas de nuestra vida. ¿Quién no ha tenido alguna vez pensamientos parecidos a estos y que además se presentan una y otra vez, automáticamente, sin darse uno cuenta y al estilo rumiante repitiéndose frecuentemente y creando un sentimiento de amargura y derrota?:
“Todo lo que necesito para ser feliz es un poco de dinero. Cuando lo consiga seré feliz.
Cuando alcance ese puesto de trabajo, seré feliz
Cuando encuentre a la persona ideal, cuando él o ella me quiera, seré feliz.
Cuando sea imbatible en el tenis, ajedrez, cualquier juego, seré feliz
Si permanezco joven para siempre, seré feliz
Cuando tenga familia, un hijo, un nieto… seré feliz
Cuando tenga un cuerpo atlético y hermoso, cuando adelgace, seré feliz
Cuando esté sano, seré feliz.
Cuando termine la carrera, seré feliz
Cuando consiga trabajo, ese puesto, seré feliz
Cuando tenga ese coche, seré feliz.
Cuando tenga esa casa, seré feliz.
Cuando tenga ese juguete, cuando tenga, tenga, tenga… seré feliz.”
El cerebro nunca para de producir pensamientos. Los pánfilos (Pensamientos Automáticos Negativos Falsos) son pensamientos enfermos que producimos sin darnos cuenta cuando no estamos bien, cuando hemos caído en alguna trampa producto del ambiente o acontecimientos e influencias de la infancia que nos han marcado para toda la vida… producimos pensamientos negativos igualmente a como producimos mocos cuando estamos resfriados. Es algo automático, los creamos sin darnos cuenta y tenemos que estar atentos a estos pensamientos para controlarlos.
Los pensamientos automáticos negativos tienen las siguientes características.
1. Son mensajes específicos y concretos. “Ella no me quiere”, “Soy poco importante”, “La gente es mala”, “Esta vida es un desastre”. Afirmaciones rotundas, contundentes y dogmáticas.
2. Frecuentemente parecen taquigrafiados. Compuestos por pocas y esenciales palabras o imagen visual breve. A veces, una sola palabra desencadena sucesos pasados cargándolos con todos los sentimientos desagradables que le acompañaban
3. Los creemos automáticamente. Son creídos fielmente por el que los produce. Si veo a un sujeto en un yate, automáticamente pienso: “Es feliz, no le falta nada en la vida”.
4. Actúan como un martilleo mental constante. Efecto corrosivo, como un pertinaz goteo de sosa cáustica sobre madera. “No valgo nada”, “Ella me rechaza”… Son estribillos que vuelven y vuelven machaconamente a la mente, interrumpiendo cualquier actividad intelectual que se acometa.
5. Generalmente, tienen su origen en algún detalle de la realidad que permanece subconsciente. Me cruzo con un conocido y me saluda más fríamente de lo que yo esperaba. Al poco rato surge el pensamiento: “Cada día me siento más solo”, “Estoy perdiendo todos los amigos”, “Es difícil que me comprendan”, “Siempre he sido un tipo raro”…
6. Generan estados sentimentales morbosos. Ejemplo anterior, puede durarme la tristeza horas o días.
7. Parecen espontáneos. Entran de golpe en la mente
8. Utilizan términos como: habría que, debería, tendría que. De lo contrario pierdo valía personal y son indispensables para ser feliz: “Tendría que aprobar las oposiciones”.
9. Actúan como impresiones subliminares. “Si tuviera un accidente y me muriera de una vez…”, “Terminaré por hacer una tontería”, “Si no fuera por él sería feliz”
10. Tienden a dramatizar. Son tan sólo la quintaesencia, precipitada y condensada, de miedos, deseos y premoniciones, totalmente irracionales. No analizan, son lentes de aumentos, amplifican y dramatizan.
11. Suelen ser por definición negativos. Parece que hay una programación para estar ansioso e infeliz. Tenemos que repetirnos muchas veces los pensamientos contrarios a los negativos: “Tengo derecho a existir, a ser feliz, nadie va impedirme ser feliz. Tengo derecho a estar en paz”.
12. Degeneran en películas imaginativas. Cuando se convierten en imagen suelen ser devastadores.
13. Son paradigmáticos o idiosincrásicos. Cada cual genera estos pensamientos según el trasfondo de su psicología. Angustiosos (“Algo malo me va a pasar, estoy seguro”), depresivos (“Haga lo que haga, siempre seré un fracasado”), frustrado (“Si no fuera por ella sería feliz”), miedoso (“¿Y si me cae una cornisa en la cabeza?”), prejuicioso (“Todos los hombres son iguales, unos egoístas dominantes”), de contenido paranoide (“ Parece que todo el mundo va a fastidiarme”), culpabilizantes (“Tengo que ser buena con él porque el pobre sufre mucho”)
14. Son difíciles de desviar. Parecen que se adhieren como a un imán. Por mucho que uno quiera desembarazarse de ellos, vuelven a aparecer.
15. Provocan a la larga orientación mental negativa. Si en mi cerebro siempre hay pensamientos negativos, solo sabré pensar negativamente. No produciré pensamientos gratificantes, lúdicos. Habrá también visión de túnel, cólera crónica, ansiedad, depresión.
16. En gran medida son aprendidos. Tienen raíz de modelado infantil.
17. Se refuerzan fácilmente con datos de la realidad, pero casi nunca se debilitan a partir de datos de la realidad. Si mi pensamiento favorito es “Nada me sale bien”, cada vez que tropiece, me equivoque, pierda el autobús, me roce con una esquina, pague una factura un poco alta, me duela el estómago, repetiré “¿Lo ves? Si ya lo sabía yo, siempre me pasa lo mismo”. A la inversa, cuando no pierdo el autobús, cuando acierto… no lo tengo en cuenta. Lo más que digo es: “Esto es algo raro, la excepción confirma la regla”.
En el próximo folleto buscaremos cómo escaparnos de estos pensamientos automáticos negativos.
(*) Imagen de entrada tomada de: https://www.stevenaitchison.co.uk/5-methods-to-cut-down-negative-thinking/
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