Mentiras piadosas
La guardia romana buscaba a cristianos por desacato a la Ley Imperial y perseguía de cerca a un grupo que escapaba entre las callejas del barrio. Los perdieron de vista y le preguntaron a un ciudadano si los había visto pasar por allí, sin saber que esta persona era también cristiana. El hombre, acariciándose disimuladamente el brazo, contestó: “Por aquí no ha pasado nadie”. ¿Mentía?
El 8ª Mandamiento cristiano manda “No dirás falso testimonio ni mentiras”. Igual en el mundo judío.
En el Noble Sendero de las Ocho Ramas Budista, la 3ª norma es: “Recta palabra, no mentir”.
En el Corán también se castiga la mentira. Igualmente en todas las religiones se sigue esta norma: el mentir está mal.
Hace poco estuve en una boda y una amiga me preguntó si el sombrero que llevaba le quedaba bien y era elegante. Yo conocía su peregrinación por distintas tiendas buscando un sombrero apropiado para la ceremonia y que finalmente el que había elegido, para mi gusto, le sentaba muy mal y no estaba conjuntado con el traje que llevaba puesto. Sin dudarlo le contesté: “Es precioso y te cae muy bien”. ¿Estaba mintiendo?
Asistí invitado al bautizo que una comunidad cristiana celebraba con todo entusiasmo. Al bautizando le hacían sumergirse en el mar y renacía limpio del pecado original y preparado para luchar contra el demonio Satán. Ellos lo creían literalmente, cosa absurda para mí, pero de alguna forma estaba dando mi consentimiento al festejarlo con ellos. ¿Mentía?
Desde pequeño nos han enseñado que mentir es malo y no debemos hacerlo y sin embargo, todos los estudios indican que mentimos varias veces al día, sobre todo pequeñas mentiras como afirmar que estábamos escuchando cuando nos hablan o decir que sus comentarios son muy interesantes.
Superman afirmaba que él nunca mentía (y le creemos, era un superhéroe) y sin embargo, engañaba a la gente vistiéndose como Clark Kent. ¿Mentía?
Leonard Saxe, experto polígrafo y profesor de psicología en la Universidad de Brandeis, afirma que “la mentira es parte de nuestra vida cotidiana. No podríamos vivir sin engañar un poco”.
Hasta hace muy poco, la mentira era ignorada por la psicología, era un tema propio de la ética y la teología. El mismo Freud no escribió nada sobre el engaño e incluso en la Enciclopedia de la psicología de 1.984 solo se menciona la mentira de una forma accidental, pero a medida que los psicólogos entran en más detalles sobre el engaño se descubren sobre este fenómeno un mundo sorprendente y complejo.
Bella DePaulo, psicóloga de la Universidad de Virginia en un estudio en 1.996 con personas entre 18 y 71 años manteniendo un diario sobre las mentiras que decían durante una semana encontró que la mayoría mentían una o dos veces diarias, como las veces que cogían comida de la nevera o cepillaban los dientes.
Hombres y mujeres mienten aproximadamente en un quinto de sus afirmaciones cuando sus relaciones sociales duran más de 10 minutos y a lo largo de la semana en un 30% con quien mantienen una relación cara a cara. Incluyendo las mentiras sobre relaciones educadas como “estoy bien, gracias”, “no tengo problemas”, “tienes el pelo perfectamente cortado”, etc.
Creo que debemos desculpabilizar este tipo de engaños, engaños que nos llevan a relacionarnos con mayor suavidad con nuestros semejantes y que no intentan aprovecharse de ellos ni hacerles daño.
Debemos darnos permisos para efectuar estas mentirijillas “blancas” o “nobles” como dicen los ingleses, porque estamos haciendo la vida un poco más llevadera. No tenga escrúpulos ni se sienta mal cuando en realidad más que mentiras está haciendo a los demás la vida un poco más agradable.
No es que el fin justifique a los medios, sino que los medios son tan inocuos que están actuando a la manera de un placebo que hace que una persona analfabeta cuando pasa por los rayos “X”, hace que inmediatamente se sienta mejor.
Dese permiso para decirle a su pareja que está mucho más guapa que cuando tenía veinte años. No está actuando contra el mandamiento de no mentir, eso no es mentir, es acariciar. Y todos estamos hambrientos de caricias.
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