Postergar (III)
La superación del mal hábito de postergación no es solamente una cuestión técnica de organizarse, (aunque el organizarse ayuda) porque el problema real está enraizado dentro de nuestra actitud, de nuestra programación cerebral; es elegir el “quiero ahora” sobre el “debería”; la diferencia entre “desear” algo nebulosamente (me gustaría ser astronauta, quisiera y debería hacer ese trabajo) a “querer hacerlo y prepararme aquí y ahora”, es sentir íntimamente que:
si no es aquí, ¿dónde?
si no es ahora, ¿cuándo?
si no soy yo, ¿quién?
La raíz profunda del problema es la lucha entre dos programaciones que yacen en nuestro cerebro (tenemos otra tercera todavía más primaria: la de reptil), la de mamífero y la de homo. Esta última es relativamente joven (solamente tiene unos miles de años, que a escala geológica es ayer por la mañana) y está en pugna continuamente con la de mamífero, más antigua y enraizada. El programa de mamífero es “tómalo y disfruta ahora”. La de homo, más compleja, nos enseña a planificar el futuro y a recolectar en Agosto, a pesar del calor que hace, leña para el invierno. Todavía no está lo suficientemente afianzada en nosotros y es una lucha constante contra el mono que quiere conducirnos a su programa “divierte ahora y pásalo bien”. Realmente un programa muy atrayente, pero solo superficialmente, y que me conduce a que en invierno no tenga leña para calentarme.
Recuerde la película de Walt Disney “El libro de la selva” e imagínese al orangután, el rey Louie, que quiere que Mowgli le descubra el secreto de cómo se hace el fuego… y Baloo, el oso, para rescatarlo baila una melodía sensacional con una falda de cocotero… Imagínese a ese orangután que le quita a Fernando Alonso el volante de su bólido de carreras y se empeña en conducirlo.
Cuando el programa mamífero toma el control, el volante de nuestra vida, pasa exactamente lo mismo: el orangután Louie dirige nuestra conducta y hay muchas posibilidades de estrellarnos en un coche que corre a doscientos o trescientos kilómetros por hora conducido por el rey Louie. Cuando postergamos vea con su imaginación que el orangután le está guiando. Y no le dé permiso, no le deje el volante, sea usted quien tome las decisiones racionales, conduzca usted el volante de su vida, de lo contrario…
Y sin embargo no caiga en el error de pensar que usted, como persona, es tonto o inútil cuando alguna vez ha cedido el mando de su vehículo al orangután. Nuestras equivocaciones nos hacen caer fácilmente en el error de las distorsiones de exageración, generalización y condenarnos de manera global. No se equivoque. Usted es el culmen de la evolución, millones de años han desembocado en esa maravilla que es su cerebro que está todavía evolucionando y por lo tanto, aún semiatado a conductas actualmente obsoletas, usted es el triunfador entre millones de espermatozoides que querían ganar una carrera hacia el óvulo. No caiga en el error de menospreciarse y ríase de que ha recibido la visita de un personaje estúpido como el rey Louie que quiere mangonearle como una marioneta. La próxima vez que acuda ese charlatán a su casa para convencerle que compre la chatarra que vende, no le abra la puerta, no lo acoja, no lo alimente, no deje que le engañe y no le ofrezca el control de su vida.
No obstante, no siempre que postergamos actuamos con un mal hábito; hay situaciones en que necesitamos pensar detenidamente cuál debe ser nuestra actuación, consultarlo con la almohada, y no tomar una decisión impulsivamente. Distinguir cuando postergar y cuando no, es un fruto de la madurez psíquica.
(*) Imagen tomada, modificada y traducida de: https://visual.ly/community/infographic/lifestyle/chances-success
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